LOGROS DE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL

A más de una década de su implementación, la AUH ayudó a reducir la pobreza, la desigualdad, la inestabilidad de ingresos y aportó a la salud y educación de los beneficiarios.

Estabilizó ingresos

Por Martin Trombetta y Ariela Micha *

La Asignación Universal por Hijo (AUH) es la política social más importante de la historia de nuestro país y una de las más relevantes de la historia de la región. Actualmente alcanza a cuatro millones de niños y a más de dos millones de hogares en situaciones socialmente vulnerables. Creada en 2009, consiste en una transferencia de ingreso (hoy en torno a 3500 pesos) dirigida a niños y adolescentes cuyas madres y padres o tutores sean desocupados, trabajadores informales con un salario menor al mínimo o trabajadoras de casas particulares. El titular de la transferencia (es decir, quien la cobra) es, en casi la totalidad de los casos, la madre de los niños.

Una característica destacable es que es la primera política social argentina cuyo impacto ha sido profundamente analizado en investigaciones científicas. Se han publicado una treintena de trabajos que dan cuenta de importantes efectos de la AUH sobre variables tales como pobreza, desigualdad, salud y educación de los beneficiarios. Recientemente, hemos contribuido a esta literatura con un trabajo que aborda un aspecto todavía poco discutido en nuestro país: el problema de la inestabilidad de los ingresos.

En países como Argentina, el ingreso de los hogares fluctúa considerablemente. En primer lugar, debido a una importante rotación laboral, producto de un mercado de trabajo que históricamente no ha funcionado bien (y que hace años exhibe una tasa de desempleo cercana a los dos dígitos). Por otro lado, el hecho de que casi la mitad de los puestos de trabajo sean relaciones de dependencia informales, o bien cuentapropismo, contribuye a la variabilidad de los ingresos, por tratarse de empleos donde las remuneraciones varían fuertemente. Por último, tenemos el problema de la debilidad de ciertas instituciones laborales y la escasa cobertura de políticas estabilizadoras como el seguro de desempleo. En este contexto, cuantiosa investigación señala que no debemos preocuparnos solo por el nivel del ingreso de los hogares (si es alto o bajo) sino también por su estabilidad (si sufre o no variaciones en el tiempo).

Hemos realizado un extenso trabajo de campo con mujeres de sectores populares que reciben la AUH. A la hora de explicar el efecto que esta transferencia tiene en sus vidas, muchas de las entrevistadas señalaron la estabilidad de la AUH como un atributo clave. Por tratarse de una población que, por lo general, tiene enormes dificultades para insertarse en el mercado de trabajo, o no ha podido acceder a un trabajo formal en ningún momento de sus vidas (o solo lo ha hecho muy brevemente), recibir un flujo de ingreso estable y previsible representa para ellas una novedad. Esto nos motivó a utilizar datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para medir el tamaño de este fenómeno. Los resultados, creemos, son reveladores.

Como mostramos en el trabajo, la AUH reduce sensiblemente la inestabilidad del ingreso en hogares vulnerables y, particularmente, en aquellos cuya jefa es mujer. Esto se debe a que la AUH es un ingreso de especial importancia en hogares con jefatura femenina, dado que son las mujeres las que cobran la transferencia y debido a que los ingresos laborales de estas mujeres suelen ser exiguos e inestables. Este hallazgo resulta particularmente interesante teniendo en cuenta que estos hogares son los que sufren en promedio mayores privaciones sociales (el conocido problema de feminización de la pobreza).

De este modo, la AUH contribuye sensiblemente a reducir una brecha de género poco discutida, pero ciertamente relevante: la brecha de género en la inestabilidad del ingreso. Los ingresos laborales de las mujeres fluctúan mucho más que los de los varones, debido a una inserción más débil en el mercado de trabajo, frecuentemente como consecuencia de la desigual distribución del trabajo de cuidado dentro del hogar. Hoy podemos afirmar que la AUH contribuye en una magnitud relevante a atenuar estas asimetrías de género.

A más de diez años de su creación, contamos con abundante evidencia científica publicada sobre los efectos beneficiosos de la AUH sobre una batería de indicadores sociales, lo que la convierten en un norte para el futuro de la política social en nuestro país y en toda América Latina.

*Economistas UBA, investigadores CONICET-UNGS.

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Desempeño educativo

Por Carlos Freytes y Germán Lodola **

Los denominados Programas de Transferencias Condicionadas de Ingresos, como la Asignación Universal por Hijo (AUH) y el Bolsa Familia, son la política de protección social universal más extensamente aplicada en el continente. Implementadas inicialmente -o ampliadas de manera decisiva- por gobiernos de base popular, con el objetivo de llegar a los sectores excluidos del mercado de trabajo formal, estos programas tuvieron continuidad bajo gobiernos de muy diferente extracción política. Así, la AUH lanzada por Cristina Fernández de Kirchner se mantuvo con cambios menores durante el gobierno de Mauricio Macri, de manera similar a como Bolsonaro continuó, y busca ahora ampliar, el programa creado por Lula en Brasil. Gracias a un arsenal de producciones académicas y publicaciones de organismos internacionales sabemos también que estas políticas han sido efectivas en promover la realización de controles de salud durante el embarazo y la primera infancia y fomentar la asistencia escolar. En resumen, estas políticas han permitido la mejora de algunos indicadores clave y han sido, por lo tanto, un paso importante en el esfuerzo por quebrar el círculo perverso de reproducción intergeneracional de la pobreza.

Menos explorados han sido otros resultados que también son muy relevantes para romper ese círculo. En particular, sabemos menos sobre el impacto de estos programas en la dinámica de los procesos educativos. Esta es una pregunta importante porque la AUH busca promover (y de hecho promueve) la asistencia escolar con la expectativa de que la adquisición de saberes y destrezas en el tránsito por el sistema educativo aumente las chances de acceder a un empleo formal y mejore los ingresos esperados durante la vida adulta. Es también una pregunta políticamente relevante en un momento donde surgen con fuerza en el debate público discursos estigmatizantes que contraponen la condición de ser receptor de un programa de protección universal (un “plan”) con la responsabilidad individual, el esfuerzo y el mérito, y, en general, con la cultura del trabajo.

Como sucede con frecuencia, los datos contradicen el sentido común. A lo largo de más de una década, una serie de estudios empíricos han mostrado que la AUH produce mejoras sustanciales en indicadores agregados de acceso, permanencia y finalización educativa (tasas de matriculación, deserción y terminalidad). Estos efectos, se mostró, tienden a ser mayores entre los niños y las niñas de hogares más pobres, cuyos niveles de escolarización son inicialmente más bajos, entre jóvenes que están por finalizar sus estudios secundarios, y entre las mujeres más que entre los varones.

En un estudio que acabamos de publicar con la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) demostramos, además, que la AUH tiene efectos positivos sobre la dinámica del proceso educativo capturada por distintos indicadores de rendimiento. Para ello, administramos una encuesta a una muestra aleatoria de 400 jóvenes que concurren a 7 escuelas secundarias técnicas ubicadas en los municipios de Hurlingham, Morón, Ituzaingó y San Miguel. Construimos dos indicadores de desempeño educativo: uno subjetivo, basado en el tiempo que los chicos y las chicas reportan dedicarle a las tareas escolares, y otro objetivo, en base a las notas obtenidas según los registros administrativos de las propias escuelas. Ubicamos también (de manera anónima) el domicilio declarado por los y las jóvenes, para examinar en qué medida el contexto socioeconómico y el espacio territorial donde crecen (caracterizado según indicadores agregados de NBI, hacinamiento y tenencia precaria de la vivienda) afecta su desempeño en la escuela.

Los resultados de nuestro trabajo muestran que los chicos y las chicas cuyos hogares son receptores de la AUH obtienen, en promedio, mejores calificaciones y dedican más tiempo al estudio y las tareas escolares. Observamos además que el rendimiento educativo empeora de manera significativa a medida que el contexto socioeconómico y ambiental del lugar de residencia se vuelve más desfavorable. Sin embargo, la AUH tiene un efecto compensador sobre estas desigualdades de origen, de manera que ser receptor “cancela” el efecto negativo de un contexto vulnerable sobre la dedicación a las tareas escolares.

Volviendo el eje de la discusión a los discursos sociales regresivos, nuestro trabajo, y varios más que existen en la misma dirección, muestran que las políticas de protección social no son contradictorias con la lógica del esfuerzo individual y el mérito personal. Más bien todo lo contrario: en contextos de alta vulnerabilidad social y económica, son una condición necesaria para poder realizar ese esfuerzo y remontar, siquiera parcialmente, las enormes y arbitrarias desigualdades existentes en el punto de partida.

** Politólogos, autores del libro Reducir desigualdades. El efecto de la AUH sobre el desempeño educativo en las escuelas secundarias técnicas.

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