Segundos afuera

  • 5 Años ago

“Si sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces, 

pero tendrás que aguantar los golpes”

(Rocky Balboa)

Las cosas están muy claras. Demasiado claras. Está todo “al aire”. A la intemperie. No hay nada que “revelar”.

La oposición a nivel nacional atravesó el ciclo de elecciones provinciales anticipadas de manera muy exitosa y presentó la mejor coalición electoral a la que podía aspirar. Forma parte un amplio arco de “más bien progresistas” a “más bien conservadores” enfrentados al gobierno. Comienza la campaña de una elección competitiva con resultado abierto, algo inédito ante un presidente que aspira a la reelección.

Estos son los primeros comicios de los que participa Mauricio Macri en los que no hay que explicar quién es, qué piensa, cómo se maneja, en qué cree el Presidente. También es una de las pocas veces en las que no es necesario contar cómo estamos los argentinos. No hay nada en que haya que quitarle “un velo de los ojos” al votante. Es una elección de ciudadanos adultos en la que todos sabemos lo que queremos saber. Si algo tienen claro los argentinos y las argentinas, sean de dónde sean, vivan en donde vivan, pertenezcan al status socioeconómico en que se encuentren o piensen como piensen, es cómo están sus vidas y cómo quieren que estén. 

El oficialismo incorporó a una persona a su coalición, el senador Miguel Pichetto. Esto significó una ruptura del manual habitual del PRO. Es decir, inocular con sangre peronista la fórmula presidencial abjuró contra las “estrategias profesionales ganadoras” sugeridas por la bibliografía duranbarbezca. En los hechos, dicha “traición al estilo” significó una “señal” hacia sectores del gran empresariado y a “los mercados”, quienes con mucha desconfianza en la “estrategia de siempre” de Macri aplaudieron de pie la jugada. Sin embargo, y a pesar del empuje mediático, no hubo “efecto político” de mediano y largo alcance en esta sumatoria de Pichetto. No fue la “gran jugada”. Los peronistas están en la oposición. Y hay oficialistas que ya quedaron demasiado en los márgenes de la coalición macrista. Si el senador será vocero de un conjunto de temas “bolsonaristas” con potencialidad de asustar a un sector del electorado, se verá en los próximos meses.

¿Y Nosotros? Incorporamos a todos los que podían ser incorporados, fueran peronistas, kirchneristas o progresistas. Tenemos un candidato que puede hablar y habla, que puede decir y dice, que puede explicar y explica, que puede convocar y convoca. Tenemos una fórmula, Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, que tracciona. No parece poco, si lo pensábamos seis meses atrás.  

Ahora vamos a un punto importante de este “inicio de campaña”. Al macrismo le queda (y vale mucho el juego de palabras) el recurso de poder de exhibir poder. Así como quiso hacerle creer a los argentinos que sólo ellos saben, que sólo ellos hacen, que sólo ellos pueden, en esta etapa quiere hacérnoslo creer a nosotros. ¿A quién? A los dirigentes y a los militantes de la oposición. ¿Cómo? Tirándonos con su “poder” por la cabeza. ¿Por qué? Como parte de una guerra psicológica que necesitan encarar, para que no creamos en nosotros mismos. Para que pensemos que “no podemos ganar”. Sí. Es eso que dice en los manuales del consultor del candidato. Hacernos achicar. Hacernos dudar. Hacernos callar. 

Que nos caguemos, bah. 

El audio viralizado por la campaña del PRO en 2015 decía: 

A los 25 años firmó un cheque de 600 millones de dólares con Donald Trump, agarró Boca y le hizo ganar todo; después agarró la Ciudad. Es un superdotado, olvidate, un superchabón. Y aparte… ¡re-cheto!, ¿vos viste el bunker del PRO?, todos con camisita polo, bailando, globos. Los otros todos cirujas, negros, con la gorra, con el bombo. No hace falta ni pensarlo, yo no quiero más los negros esos del peronismo. Yo quiero otra cosa, un cheto de estos con onda, un Tinelli, un Macri, y ver qué pasa. Que hable con Estados Unidos, que esté todo bien, que compremos iPhone, que tengamos ropa por dos mangos”.

Cuando Mauricio Macri se fotografía con la jefa del FMI, con Donald Trump, con Angela Merkel, con Emmanuel Macron; cuando se autocelebra por “firmar un acuerdo comercial que no se pudo firmar en 20 años”; cuando se hace condecorar por el capo de la FIFA pasan algunas cosas. La primera es que algunos de nuestros compañeros, que sí entienden del poder, se dan cuenta de que eso es mucho poder. Mucho poder desnudo, develado, carnal.. Y dudan. Y se preguntan. Y se cuestionan (y hasta se asustan). Y sienten un poco que, quizás, somos “cirujas, negros, con la gorra, con el bombo, sin big data”. Y que así la disputa es muy desigual. Y se vuelven a cuestionar “¿Y cómo se le gana a este gente?”

Pero ¿saben qué? Lo maravilloso de la democracia es que todos los votos valen uno, que son “iguales”. Y que también se juntan de a uno. El voto de Ratazzi, oh, vale lo mismo que el de el último vecino de Luis Guillón. Y hay más vecinos en Luis Guillón que Ratazzis. Y hay más argentinos en Argentina que en la FIFA, y que en el G20 y que en la Reserva Federal. 

El problema que tenían ellos al comenzar esta campaña para que la gente vote a Mauricio Macri es el mismo que tienen hace varios meses. O peor. Las condiciones de ellos no son las mejores. El tema es que nosotros lo creamos. 

Este Western lo vamos a ganar nosotros. Vamos a creer en nosotros mismos. En nuestros valores. En nuestro sueños. Y vamos a salir una vez más al encuentro de los que ya no dan más y también de los que todavía creen que pueden aguantar un poco más. Y vamos a contarles que juntos vamos a hacer, otra vez, un país un poco mejor. 

A no aflojar. Que esta campaña aún no arrancó. Que ahora arranca. Que ahí, no en otro lado, tenemos que estar: convenciendo, persuadiendo, empatizando y enamorando.  

Que falta poco. Que ya se van.

(De Artepolítica)

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