Para todo argentino que alcance las cinco décadas (y un poco menos también), es difícil no relacionar la Semana Santa con aquellos días de rebelión carapintada que atravesó Raúl Alfonsín en 1987. Claro que en la atualidad no se observan militares que se manifiesten contra el Gobierno como por entonces lo hacían aquellos encolumnados detrás de Aldo Rico. Por el contrario, parecen más cercanos al pensamiento oficialista, a pesar de las diferencias expuestas por la vicepresidenta Victoria Villarruel y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en torno a la utilización de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico. Un hecho que hasta mereció la advertencia del Papa Francisco por la complicidad del poder político, judicial y económico en la situación que atraviesa Rosario, acompañado por su aval a la presencia de fuerzas de seguridad para llevar tranquilidad.
Pero más allá de la posición de las fuerzas armadas, contra la frase utilizada por Alfonsín en aquél día de Pascuas de 1987, la casa no está en orden, sino más bien convulsionada. Hoy el rechazo al Gobierno viene desde el propio Estado, en particular desde quienes dejarán de integrarlo con el cierre del mes al caer unos 15.000 contratos de los 70.000 que el propio presidente Javier Milei prometió dar de baja. Y el levantamiento prometen protagonizarlo este miércoles los representados por los gremios del sector, en particular ATE, que planteó un paro nacional activo, con posible toma pacífica de ministerios, pese a que el jefe de Estado ya advirtió que ese hecho consistiría en un delito que no dejará pasar.
La escena forma parte de la tensión social creciente por la profundidad de la recesión, reflejada en la caída del 1,2% mensual y 4,3% interanual de la actividad registrada por el Indec en enero, y la pérdida del poder adquisitivo del salario, mientras se suceden los aumentos de prepagas, combustibles (5% desde mañana) y tarifas de servicios públicos.
Ni hablar de los huevos de Pascua, que atentan contra cualquier billetera. O de los repelentes, que escasean ante la mayor demanda por los casos de dengue que se multiplican. Solo el rubro alimentos y bebidas del IPC parece escapar en las últimas semanas de esa tendencia e ilusionar al Gobierno con arrojar subas de solo un dígito para marzo, aunque la inflación general se acerque más a valores del 13% observado el mes anterior.
La idea es romper el chanchito. Que haya pocos pesos en la calle y se deba acudir a los verdes ahorrados para los gastos que se quieran realizar. Levantar el colchón y casi que dolarizar de hecho la economía, como previa a una competencia de monedas sin equivalencia, que nos revela en este envío Leandro Dario.
Con ello y, especialmente, los dólares de la cosecha gruesa que llegarán desde el mes que viene, más allá de los males que la chicharrita le causó al maíz; piensan que a fin de año se podrá resucitar la economía -valga la relación con la fecha que estamos atravesando- en forma de V. Aunque no faltan los precavidos que dicen que será en W, quienes la ven con la forma de una jota volcada, como la pipa de Nike, o los apóstatas que advierten que la actividad en este ciclo tendrá forma de L, es decir no logrará ponerse de pie.
Pero la letra que se imponga, en definitiva, dependerá no solo del efecto de la motosierra y la licuadora con la que se atravesaron los primeros 110 días de gestión, sino también del progreso que las reformas de la nueva ley Ómnibus tengan en el Congreso, como paso a las reformas que plantea el Gobierno para la llegada de nuevos capitales. Un tema que el ministro del Interior, Guillermo Francos, busca ajustar con los gobernadores previamente a la llegada del proyecto a comisión, para evitar otro traspié como el sufrido en el primer intento durante sesiones extraordinarias. Pero la tarea no será fácil, sobre todo ante la nueva polémica abierta por el recorte por decreto a las transferencias de fondos a las cajas previsionales de 13 provincias, que ya despertó amenazas de presentaciones judiciales y de peleas en una Corte que espera, justamente, por la resolución política de las leyes en danza y hasta por la suerte parlamentaria que correrán los nominados por el Presidente para integrarla. ¿Se llegará a una solución racional o primará lo irracional en el debate? ¿Cúal será el comportamiento de los diferentes actores políticos y económicos en este nuevo round? Preguntas que un premio Nobel de Economía como Daniel Kahneman se ha hecho más de una vez y que Matías Castro nos recuerda en el cierre de este envío,
Lo concreto es que será este el tiempo de la rosca, aunque al menos por hoy es preferible guardar la política y disfrutar la de Pascuas. Felicidades.
El Cronista