El presidente Javier Milei ya se anima a decir que el momento más agudo de la caída de la economía ya pasó. Incluso cuando todavía hay números -presentes y a futuro- que muestran que la situación no es la ideal, el primer mandatario insiste en que el piso ya se tocó hace un par de meses y que “ahora todo lo que vienen son buenas noticias”.
Habría que ver cuál es la definición exacta de “buenas noticias” que maneja el presidente, pero hay varios informes privados que no permiten ver el horizonte oficialista.
Las Bolsas de Comercio de Rosario y Santa Fe, por ejemplo, ya advirtieron que la actividad económica mejora, aunque tiende a hacerlo a un paso cada vez más lento.
Incluso, y si bien marca un crecimiento, las entidades afirman que el movimiento que mostró en los últimos cinco meses no fue lo suficientemente positivo como para compensar la fuerte caída registrada en el primer trimestre del año. En comparación con diciembre de 2023, el índice se encuentra un 1,4% por debajo, es decir que la mejora no se ve.
Algo similar ocurre con la pobreza. El Gobierno ningunea que ya haya tocado el 52,9%, y por si fuera poco no tiene pensado apagar la motosierra que viene pegando fuerte en el empleo estatal. La ecuación es obvia: a más cantidad de gente sin trabajo, mayores posibilidades de que esas personas caigan bajo la línea de pobreza.
La inflación, en principio, esta vez sí acompañaría al deseo del Gobierno, que desde hace ya dos meses se viene proponiendo romper el 4% pero ya se quedó en la puerta en julio (4%) y agosto (4,5%). Para septiembre algunos privados se atreven a apuntar un 3,5%, aunque claro que esto no es gratis.
Los precios caen porque también cae el consumo, sin dudas un efecto nada feliz. Las ventas en los supermercados durante julio mostraron una caída del 12,3% en comparación con el mismo mes del año anterior, y en el acumulado enero-julio retrocedieron un 11,7% respecto al mismo período del año pasado.
Los números no cierran pero Milei insiste en que solo quedan buenas noticias. Será cuestión de entender cómo interpreta el presidente los distintos indicadores.
El Cronista