¿EN EL FONDO SON BUENOS?

La semana pasada estuve en Coloquio de IDEA hablando de coordinación tributaria federal y Ley de Coparticipación y, la verdad, no me quedó suficiente tiempo para hacer un #Rollover como corresponde. Por eso se me ocurrió invitar a Emiliano Libman a escribir acerca de la reducción de los sobrecargos de tasa que cobra el Fondo Monetario Internacional (FMI) a los países deudores con programas grandes. Emi es parte del equipo de Economía de Fundar y fue director de la Unidad de Relaciones Técnicas con el FMI del Ministerio de Economía de la Nación. Así que, quién mejor que él para explicar en qué consisten estos cambios y cómo afectan a la economía argentina.

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El viernes 11 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) decidió bajar la tasa de interés de los programas grandes, como el que tiene con la Argentina. ¿Cómo se compone la tasa de interés que cobra? ¿Qué ítems redujo? ¿Es una modificación significativa o sólo un paliativo que no cambia sustancialmente la situación previa?

¿Qué es el FMI?

Se trata de una institución que fue creada luego de la Segunda Guerra Mundial, impulsada por Estados Unidos e Inglaterra, cuyo fin era ayudar a establecer un orden financiero global más robusto que el que había imperado con anterioridad. Se creó con la misión de regular el funcionamiento de un sistema internacional de tipos de cambio fijos, en el que las monedas se ataban al dólar, que a su vez mantenía una paridad preestablecida con el oro. Si había problemas de cuenta corriente, se analizaba si eran permanentes o transitorios. En el primer caso se permitía una devaluación (con algún financiamiento); en el segundo, el FMI daba un préstamo.

En la práctica, el organismo es una especie de club en el que 190 países aportan una cuota por única vez que se revisa periódicamente y está en función del peso de cada país en la economía global. Es por eso que las economías que más ponen son Estados Unidos (con el 17.43% del total), Japón (6.47%), China (6.44%), Alemania (5.59%) y el Reino Unido y Francia (ambos con el 4.23%).

El FMI toma estos recursos provenientes de las cuotas y los presta para intentar ayudar a países con problemas de balance de pagos. Si se necesitaran más recursos, también podría pedirle a los miembros. A cambio, suele demandar políticas de ajuste y reformas estructurales para que estos puedan salir adelante.

Suspendida la convertibilidad del dólar con el oro en 1971, y con el advenimiento de regímenes de tipo de cambio “flexible”, tuvo que reinventarse. Los programas se fueron haciendo cada vez mayores y en este contexto apareció uno de los componentes fundamentales que se acaba de modificar: los sobrecargos. Estos se cobran en los casos de préstamos muy grandes y de muy largo plazo, por lo que su objetivo es disuadir a los países que tomen préstamos de estas características. Un castigo a los que se endeudan mucho para empujarlos a repagar lo antes posible.

¿En qué consisten los cambios recientes?

Para entender qué acaba de hacer el FMI, detengámonos por un momento en la siguiente tabla, que muestra los componentes de la tasa que se le cobra a países como Argentina, su función y para qué se usa la plata. Así quedará todo a partir del 1º de noviembre.

La tasa del FMI tiene tres componentes fundamentales. El margen básico, la tasa DEG (conocida como la “Tasa SDR”, por los “Special Drawing Right”; los famosos “Derechos Especiales de Giro” o DEG, algo así como la “moneda” del FMI) y los sobrecargos. El primero se cobra con independencia del tamaño y la duración de la asistencia y le permite a la institución financiar su operatoria. El segundo se usa para remunerar a los países acreedores de la institución ―aquellos que aportaron la cuota y no tienen programas vigentes― y el tercero para acumular reservas por si algún país no paga ―lo que obligaría al FMI a repartir las pérdidas entre sus miembros―. Las tarifas son cargos menores que se cobran para ayudar a cubrir los costos administrativos de los programas.El problema de los sobrecargos cobró notoriedad cuando comenzó a elevarse la tasa DEG, hoy en aproximadamente el 3.5% anual. El valor de este componente, que entre otras cosas regula la retribución a los países acreedores, no es arbitrario. Se forma a partir del promedio de la tasa de interés a tres meses de los títulos públicos de las principales economías del planeta ―Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Europea, Japón y China―.Como los bancos centrales en dichas economías (y en la mayor parte del mundo) las subieron para enfrentar las presiones inflacionarias asociadas a la salida de la pandemia por el COVID-19 y la invasión de Rusia a Ucrania, la tasa DEG se incrementó. De esta manera, lo que el organismo cobra se ubicó en los niveles más elevados de los últimos 30 años, aunque podría comenzar a bajar dadas las últimas decisiones de la Reserva Federal (el Banco Central de Estados Unidos).
Evolución de la Tasa DEG. Fuente: elaboración propia en base a datos del FMI.
La forma de financiarse que tiene el Fondo es algo polémica. El margen básico lo pagan solo los países que tienen programas vigentes, como Argentina actualmente. Esto implica que la operatoria del organismo tiende a abastecerse, principalmente, a partir de los aportes de quienes necesitan asistencia. Es decir, los que tienen una situación económica más endeble. Además, los que más asistencia requieren no solo pagan el margen básico, sino también una sobretasa por el riesgo que acarrea el programa.Se supone que se trata de una suerte de prestamista de última instancia. Si estos sobrecargos hacen que el crédito sea muy oneroso y complican a un país, entonces no cumple su función, sino que dificulta la normalización de estas economías. Y esto es malo para los deudores que tienen programas con el organismo, pero también a nivel global.La decisión adoptada el 11 de octubre afectó diversos componentes de la tasa del FMI. Redujo el margen básico del 1% al 0.60% anual. También elevó el piso a partir del cual se computan los sobrecargos, desde el 187.5% de la cuota al 300%. Disminuyó los sobrecargos que se aplican por tener un programa durante mucho tiempo, desde el 1% al 0.75% anual. Y aquellos por programas “grandes” ―que se aplican por arriba de dicho límite― permanecen sin cambios. Finalmente, modificó la forma de cobrar una alícuota (reembolsable) que viene con un programa. En concreto, todo esto implica que se redujeron las tasas para las economías más endeudadas.Por qué la política de tasas debe continuar revisándosePara el Fondo, los sobrecargos estimulan a los países a no abusar tomando créditos demasiado grandes por mucho tiempo y los incentiva a que paguen antes. Este excedente de recursos se usa para armar una reserva que le ha permitido a la institución acumular más de 30.000 millones de dólares que están disponibles en caso de que algún deudor deje de pagar ―algo que obligaría a la institución a repartir el costo entre sus miembros―.Este argumento tiene varios problemas. Primero, no es lógico que cobre tan caro, porque rara vez le defaultean. La institución es lo que se denomina un acreedor “senior”, es decir, es el primero que cobra cuando alguno no puede hacer frente al pago de sus deudas ―de hecho, Argentina nunca dejó de pagarle ni en la salida de convertibilidad―. Así, debería percibir una tasa similar a una libre de riesgo.Segundo, y relacionado con el punto anterior, el interés no es coherente porque un programa muy grande — paradójicamente — puede complicar más que ayudar a un país. Como el resto de los acreedores sabe que el FMI está delante de ellos en la cola para cobrar, el anuncio de un nuevo esquema puede generar mayor desconfianza e impedir que los deudores obtengan nuevamente el acceso al mercado de crédito — que es justamente la primera razón por la cual las naciones recurren a la institución — .En la práctica, muchos países prefieren cancelar de forma anticipada sin necesidad de ser presionados, como hicieron Argentina y Brasil durante el año 2006. Muchos de ustedes son muy jóvenes para recordarlo, así que aquí hay una noticia al respecto.Por si esto fuera poco, hay que destacar que el Fondo no es una canilla libre, sino que el Directorio Ejecutivo debe aprobar todo. En él están los representantes de todos los países miembros. Los programas vienen con condiciones: se presta a cambio de que se adopten ciertas políticas. Si estas medidas — que son consensuadas entre el FMI y los países — existen, es para garantizar que los créditos se puedan devolver. Parece paradójico que además haya que incluir incentivos para pagar, cuando se supone que debería estar diseñado con tal fin.Tampoco existe una conexión clara entre los mínimos a partir de los cuales se imponen los sobrecargos, las condiciones para acceder a programas grandes y el tamaño de las cuotas. Específicamente, el organismo considera que un programa es “excepcionalmente grande” cuando supera el 600% de la cuota. ¿Por qué razón los sobrecargos se imponían a partir del 187.5%, ahora desde el 300% y no desde el 600%?Por si este alto grado de arbitrariedad no fuera suficiente, hay además un elemento muy injusto en todo esto: que el ente financiero viene posponiendo la revisión de las cuotas que, como vimos, se fijan en función de la relevancia de cada economía en el global. Así, por el crecimiento de las últimas décadas, beneficiaría a países como China e India en desmedro de otros como los europeos, Estados Unidos y Japón.Básicamente, se viene cajoneando esta discusión por presiones de los más desarrollados. Esto se debe a que, según los criterios que se usan para el cálculo de las cuotas, las potencias se verían obligadas a perder participación, lo que se traduce en menos votos en el directorio. En el caso de Estados Unidos, esto implica la renuncia a un privilegio que sólo tiene este país: poder vetar decisiones que requieren más del 85% de los votos totales ―ya que dicho país concentra el 16.5% de los votos totales―.De evaluarse las cuotas, muchos países tendrían el derecho de pedir programas más grandes relativamente menos afectados por sobrecargos. Si bien esto posiblemente perjudique a Argentina ―por el deterioro relativo de nuestro país de las últimas décadas―, es importante tenerlo en cuenta para poner en contexto la reciente decisión del Directorio.Por último, a todo este cocktail de razones por los que la movida es insuficiente, se le suma una decisión del FMI tomada el martes 15 de octubre, que estableció que el organismo utilizará parte de los ingresos operativos que recibe de los programas y parte de las reservas acumuladas para financiar préstamos a tasa cero a países pobres. Esto es, sin dudas, loable, pero hubiese sido más justo que la plata la pusieran los más ricos y no los que tienen crisis de balanza de pagos ―justamente la razón por la que tienen programas y eventualmente pagan los sobrecargos de donde saldrán estos fondos―. Esta medida implica una redistribución de recursos desde países de ingresos medios con programas (como Argentina) a países con ingresos bajos.Implicancias para nuestro paísLas modificaciones recientes reducen las inequidades de la financiación FMI, pero no las eliminan ni las revierten. El recorte todavía es bajo y no cambia una política que es injusta e incluso puede resultar contraproducente para los propios fines por los que la institución fue creada: resolver las crisis externas y fomentar la cooperación y el comercio global.El principal beneficiado es Argentina por una razón poco feliz. La cuota ―el aporte al momento de asociarse al FMI― es de unos USD 4300 millones y el crédito otorgado asciende a más de USD 44.000 millones. Es decir, el 1100% de la cuota. Tenemos el programa más grande de todos. Tanto es así que representa, a grandes rasgos, un tercio de la cartera total de los préstamos de la institución. Esto torna al tema de las tasas que pagan los países como el nuestro un tema particularmente sensible. Naturalmente, las sobretasas se aplican en este caso, incluso luego del aumento del piso.Estábamos pagando cerca de un 7.5% anual en concepto de intereses, debido a que el margen básico y los sobrecargos se suman al 3.5% con el que se remunera a los países miembros que en definitiva ponen la plata. A partir de ahora, el programa costaría algo menos del 6.85% cada año. Una mejora, pero no tan sustancial.Tras el anuncio, Argentina se ahorraría, por año, unos 450 millones de dólares en concepto de sobretasas y por la reducción del “margen básico”. Estos cambios, si bien son bienvenidos, no alteran radicalmente el futuro de nuestro país (ni el de otros deudores del FMI), ya que esta plata que dejaríamos de pagar no llega al 2% de los vencimientos totales en moneda extranjera del año que viene ―y la cifra sería mucho más baja para los años subsiguientes―.

Guido Zack | Cenital