El premio Nobel de Economía reflexiona sobre el futuro de Estados Unidos, donde observa una desconexión de las élites gobernantes y ve la utopía libertaria de Trump y Musk como “un desastre”
En los altos círculos académicos donde se debaten las ideas que marcan la agenda, muy pocos se sorprendieron con el anuncio de los ganadores del premio Nobel de Economía el 14 de octubre. El turco Daron Acemoglu y los británicos Simon Johnson y James Robinson tienen tras de sí una sólida carrera que ha sido reconocida, entre otros, por una larga fila de premios Nobel de Economía con visiones económicas tan distintas como el microeconomista Gary Becker, el neoclásico Kenneth Arrow y crítico de la globalización Joseph Stiglitz.
Por sus casi 600 páginas se podría pensar que Por qué fracasan los países, la obra central de Robinson (Reino Unido, 1960) y Acemoglu, es un intraficable mamotreto de teoría económica. Pero al abrir el libro, los autores llevan a los lectores de la mano a través de la fascinante historia de la colonización del una vez llamado Nuevo Mundo para demostrar cómo instituciones creadas hace más de cuatro siglos siguen marcando el presente de América Latina y Estados Unidos.
El aporte esencial de las investigaciones de Robinson, Acemoglu y Johnson a la economía consiste en desmontar los mitos más comunes sobre las causas que definen el éxito o fracaso de una sociedad. El peso determinante no está en la geografía, la cultura y ni siquiera la historia. Una sociedad tiene mejores oportunidades de escapar de la pobreza con instituciones políticas y económicas más inclusivas o puede descender hacia ella cuando es manejada por una élite extractiva, cerrada y autoritaria, que concentra en pocos los recursos, castra el progreso y la innovación. Es una tesis provocadora y no está exenta de controversias.
Y es sobre eso que quería hablar con James Robinson, hoy profesor de la Universidad de Chicago después de pasar por Harvard, quien, como politólogo, historiador y economista, conoce a fondo los cursos paralelos, pero opuestos, de Latinoamérica y Estados Unidos.
El momento de la conversación es significativo. A menos de una semana de una elección presidencial, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada cuyo significado no se puede subestimar. La confrontación política entre el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris es también el duelo entre dos versiones de futuro antagónicas: hacia dónde puede llevar uno u otro candidato a un país que sigue siendo la mayor potencia económica y militar y que ha sido considerado por mucho tiempo una de las fuerzas mayores de innovación y prosperidad del mundo moderno.
Pregunta. Considerando sus ideas en Por qué fracasan los países, ¿cree usted que Estados Unidos está en riesgo de ser un país con instituciones más extractivas que inclusivas si no se toman acciones decisivas contra la desigualdad y la polarización?
Respuesta. En los últimos 50 años, los salarios medios y los salarios reales en Estados Unidos se han estancado. La mayoría de la gente no está mejor hoy que hace cinco décadas. Hay una caída en la movilidad social y un enorme aumento en la desigualdad. Eso se ha manifestado en la esfera política. Elon Musk está gastando millones de dólares pagando a sus seguidores para que aparezcan el día de la elección. En América Latina llaman a eso compra de votos. En Colombia, sería normalmente con aguardiente o frijoles. Y el presidente Trump ha tratado de destruir y socavar la fe de la gente en las instituciones. Así que creo que hay un intento muy serio de crear instituciones extractivas, una latinoamericanización general de Estados Unidos. Absolutamente sí.
P. ¿A dónde lleva esto? No creo que lo sepamos.
R. Hace ocho años nos salvamos por la incompetencia de Trump. Piensa en Hugo Chávez. Se necesita mucha preparación para realmente socavar las instituciones, como él lo hizo. Además, no puedes hacer lo que hizo Chávez sin el apoyo militar. Y eso es lo que podría salvarnos en Estados Unidos.
P. Sí, esa es una de las razones. Pero las instituciones son tan fuertes como las personas que las dirigen. Si eliminas el liderazgo de la institución, puedes reestructurarla o destruirla. Eso es lo que pasó en Venezuela.
R. Por supuesto, pero lo que vimos en la elección de hace cuatro años es que el poder político está menos concentrado aquí que en América Latina. Hay mucho poder político en los estados. Son los estados los que controlan cosas como el conteo de votos. El federalismo nos salvó al jugar un papel muy importante en la defensa de la democracia. La gente también estuvo dispuesta a arriesgar sus propias carreras para defender las instituciones porque creía lo suficiente en ellas. En Por qué fracasan los países, hacemos una comparación entre Roosevelt y Perón. Perón quiso ampliar la Corte Suprema y se lo permitieron, y Roosevelt intentó lo mismo y la gente se opuso. Ahí está la diferencia. Si ganara esta vez, Trump podría tener éxito en cambiar las instituciones de este país. Gente como John Kelly, quien fue su jefe de gabinete, luchó contra Trump. Pero Trump ya no va a nombrar otra vez a personas así. La primera vez no sabía lo que estaba haciendo. Ahora se va a rodear de ideólogos que harán más daño.
P. Entonces, ¿cree que Trump va a ganar?
R. Simplemente no lo sabemos. En este momento, honestamente, predecir el resultado de esta elección parece como lanzar una moneda al aire.
P. Las instituciones extractivas pueden llevar a la desigualdad y la falta de oportunidades. ¿Cómo podría impactar la estructura institucional de Estados Unidos una presidencia de Donald Trump o Kamala Harris, ya sea en una dirección más extractiva o inclusiva?
R. No creo que todas las políticas de Trump sean desastrosas. Algunas son miopes e irracionales, pero no creo que sean un desastre para las instituciones. Es bueno tener en cuenta que este país fue construido por inmigrantes, que la mayor parte de su dinamismo tecnológico y rendimiento económico superior durante los últimos 150 años viene por los inmigrantes. ¿Dónde creció Musk, por ejemplo? Sudáfrica. ¿De dónde vino el padre de Steve Jobs? Siria. ¿De dónde es Serguéi Brin? Rusia. El principal factor que Estados Unidos ha tenido a su favor económicamente ha sido esta capacidad de absorber gente de todo el mundo. Por ejemplo, yo y mis compañeros ganadores del premio Nobel. ¿Dónde crecimos? En Inglaterra y Turquía. La expulsión de inmigrantes es desafortunada y mala para las perspectivas económicas a largo plazo del país. Pero no creo que socave las instituciones. Me preocupa mucho más el colapso del sistema fiscal. La bancarrota del gobierno. Hay una enorme falta de inversión en infraestructura básica y servicios públicos en este país. Esto se agravaría en una Administración Trump. Además del colapso de la regulación de la industria en un momento en que necesitamos más regulación, cuando más necesitamos pensar en las consecuencias sociales de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial. Y en lugar de regulaciones, con Trump habría una especie de vale todo. Los empresarios podrán hacer lo que quieran. ¿Crees que lo que Musk quiere hacer es en el interés colectivo de la gente en este país? Ni de broma.
P. ¿Cuáles serían las diferencias clave entre la visión económica de Kamala Harris y Donald Trump, y cómo podrían dar forma al futuro de la economía estadounidense?
R. Ambos están convergiendo en algunos temas. El presidente Joe Biden no cambió ninguno de estos aranceles que se impusieron a los productos chinos durante el gobierno de Trump. Los demócratas simplemente han decidido que son demasiado populares políticamente para cambiar de curso. Los demócratas ahora se han dado cuenta de que cometieron un terrible error al relajar la política de inmigración. Económica o humanitariamente, la migración es una cosa. Pero el influjo de inmigrantes que ha ocurrido bajo el gobierno de Biden fue un error político. Honestamente, creo que el partido Demócrata está desconectado de los problemas de este país.
P. ¿En qué sentido?
R. El Partido Demócrata está capturado por las élites educadas de la costa que todavía no entienden a fondo los problemas del medio oeste del país. Por eso fue muy inteligente la nominación de Tim Walz, que es de Minnesota, como vicepresidente de Kamala Harris. Al menos es una persona de clase trabajadora que está más en contacto con estos problemas. Pero creo que muchas de las políticas de Harris serán muy similares a las de una administración Trump, aunque sin el mismo ataque a los inmigrantes. Se pondrá más énfasis en cuestiones básicas relacionadas con la atención médica. Trump intentó eliminar Obamacare antes, así que eliminará la atención médica a millones de personas. Y eso es terrible. Pero las políticas de Harris serían similares en algunas dimensiones. Y cuando no sean similares, serán más sensatas. Serán más empáticas.
P. ¿Cómo afectará el auge de los movimientos libertarios defendidos por figuras como Trump o Elon Musk y que abogan por menos intervención estatal en la vida pública el dinamismo económico y al papel global de Estados Unidos en innovación?
R. No puedes tener una economía dinámica sin un Estado con funciones básicas, sin inversión en bienes públicos, educación, investigación y desarrollo. Si ves la historia del cambio tecnológico, encontrarás que el Estado ha jugado un papel enormemente importante. Así que creo que la visión de una utopía libertaria de mercado libre sin Estado es solo eso, una utopía. No es una sociedad realista. Si quieres ver cómo es una sociedad sin Estado deberías ir a Guatemala. No hay impuesto sobre la renta en Guatemala. Eso no genera prosperidad, pero si mucha riqueza para 13 familias, y tal vez eso es lo que Trump y Musk tienen en mente: que no haya regulación, que no haya impuestos. Puedes hacer lo que quieras. Y si eres de una de esas 13 familias, serás muy exitoso. Pero para el resto de la gente, es un desastre.
P. Conectando con una respuesta anterior, ¿cómo afecta el descontento en la clase media y trabajadora en Estados Unidos con la globalización y el cambio tecnológico la dirección política y económica de Estados Unidos?
R. Ese descontento parece estar generando un tipo de política populista muy personalista, aunque aquí hay mucha mayor fortaleza institucional que en América Latina. Como dije, es difícil hacer lo que hizo Chávez o lo que hizo Perón, sin el apoyo de los militares. Eso limita lo que puedes hacer en términos de crear un sistema muy autocrático. No me parece muy probable que eso suceda en Estados Unidos. Pero la política se ha vuelto extremadamente polarizada. Hay mucho menos compromiso con la democracia. Lo que veremos a partir de ahora es que cada elección en este país va a ser impugnada. No importa quién realmente ganó. Todo va a ir a los tribunales. Va a haber una enorme pelea. No creo que vayamos a saber durante meses quién ganó en noviembre, porque el resultado está destinado a ir a los tribunales estatales y a la Corte Suprema. Los republicanos han llenado la Corte Suprema de ideólogos republicanos también. Algunos miembros de la Corte Suprema, como el juez Roberts, su presidente, consciente de la necesidad de mantener la autonomía de los tribunales, todavía están luchando. Estamos en una especie de momento liminal, donde muchas cosas diferentes podrían suceder. Es muy difícil predecir la dirección del proceso político.
P. ¿Cuáles son las políticas más efectivas para abordar la desigualdad en un país como Estados Unidos, y cuál de los dos candidatos, Trump y Harris, está mejor equipado para implementarlas?
R. No estoy seguro de que ninguno de ellos tenga una política muy efectiva para lidiar con la desigualdad. No veo ningún tipo de impulso político real hacia la redistribución. Ya sabes, hay una larga historia de oposición a la redistribución del ingreso en Estados Unidos. Biden ha enfatizado mucho la política industrial, tratando de recuperar la industria manufacturera. Es una buena idea porque la mayoría de la gente aquí quiere trabajos, oportunidades de empleo, no redistribución del ingreso. Sin embargo, no sé si esa política puede abordar el problema en la escala necesaria. Parece ser una gota en el océano. Biden ha hecho una inversión masiva en infraestructura, por ejemplo. Eso es bueno. Pero toma mucho tiempo cambiar la desigualdad. Nadie tiene ningún tipo de políticas para fortalecer el movimiento laboral, por ejemplo. O para cambiar la distribución del poder dentro del sector corporativo. Tampoco creo que Trump tenga una política coherente sobre nada.
P. ¿Cuáles serían las dos o tres cosas que haría para lidiar con la desigualdad de manera más efectiva en los próximos años?
R. Lo que tendría el mayor impacto más rápido, sería cambiar la legislación del mercado laboral y tratar de cambiar esta cultura de reducción agresiva de salarios con paquetes de compensación corporativa excesivos que surgió en los años ochenta en este país. Eso algo que podrías abordar rápido. En los años treinta, bajo Roosevelt, se movieron velozmente en temas como ese. Si hay apoyo político para hacer que sea aprobado en el Congreso, no lo sé, pero algo así podría tener tracción. El sistema fiscal podría también ser importante. En países con niveles mucho más bajos de desigualdad, como Suecia o Alemania, en Europa occidental, el sistema tributario y la redistribución fiscal son importantes, pero es la desigualdad pre-impuestos la que es dramáticamente menor. Por eso creo que tratar de cambiar la forma en que funciona el mercado laboral tendría más impacto y sería más rápido de hacer.
P. Mirando el panorama electoral actual, ¿qué riesgos y oportunidades ve en las candidaturas de Trump y Harris con respecto a la sostenibilidad de las instituciones inclusivas que han caracterizado a Estados Unidos?
R. El desafío más obvio en estas elecciones es para la democracia. Trump perdió la última elección, pero todavía está diciendo que ganó y muchos políticos republicanos también lo dicen, aunque la evidencia de que perdió es tan abrumadora que no vale la pena discutirla. Ellos están negando la característica fundamental de la democracia. Trump nunca va a admitir que perdió. Y eso va a seguir causando problemas, porque puede llevar a la violencia, como ya sucedió en pequeña escala el 6 de enero de 2021. El potencial de una escalada violenta es muy grande.
P. Si tuviera a Kamala Harris frente a ti ahora mismo, ¿qué consejo le daría para fomentar el desarrollo de Estados Unidos?
R. Una cosa es fomentar el desarrollo de Estados Unidos. Otra, más urgente, es cambiar esta política venenosa que ha surgido. Para eso, hay que priorizar la reconexión con la clase trabajadora estadounidense, con los MAGA, que han apoyado a Trump. Es interesante, no lo entiendo completamente, pero es obvio que Trump percibió los agravios ignorados por las élites políticas tradicionales. Los demócratas deberían dejar de perder el tiempo perdonando deudas estudiantiles y reconectarse con esta base trabajadora que solía ser demócrata. Deben acercarse y entender lo que esa gente quiere, porque esa falta de conexión está destruyendo al país.
P. ¿Qué hace que la clase trabajadora marginada apoye tan fuertemente a Trump? ¿Qué ven en él?
R. Creo que él les proporcionó una interpretación de sus problemas. Es incorrecta, pero no completamente. Su postura agresiva contra China y el comercio internacional explica parte de la dislocación en la vida laboral de la gente, y su ataque contra los oligarcas y élites de la costa este, aunque él mismo pertenezca a ese grupo, señala élites verdaderamente desconectadas. Recuerda el comentario de Hillary Clinton sobre los “deplorables”.
P. Por último, si pudiera aconsejar a Trump, ¿qué le recomendarías para mantener a Estados Unidos próspero, inclusivo y competitivo?
R. Debería recordar que Estados Unidos fue construido por inmigrantes. Ha prosperado porque se convirtió en refugio para personas de todo el mundo, absorbiendo talento y capacidad global. Abrió sus puertas a quienes sufrieron la hambruna irlandesa, conflictos y violencia. Creó algo único en la historia mundial: mientras hay una identidad étnica inglesa, francesa o alemana, la identidad estadounidense se basa en la lealtad a la Constitución. Eso ha sido crucial. Si lo destruyes, destruyes la esencia del país.
El País