DOLORES REYES, AUTORA DE COMETIERRA: “HICIMOS LO QUE ELLOS NO HACEN: NOS PUSIMOS A LEER”

A sala repleta, un grupo de escritores, periodistas y artistas se reunió en el Teatro Picadero para una lectura coral de la novela señalada como “pornográfica” por la vicepresidenta, como desagravio a su autora y en respuesta a las polémicas sobre varios títulos del programa de lectura Identidades bonaerenses.

La fila para entrar al Teatro Picadero, que se extiende a lo largo de casi todo el Pasaje Santos Discépolo, ocupa más de media cuadra. La imagen no llamaría la atención si no fueran las diez de la mañana de este sábado soleado, si el público no fuera considerablemente más joven que el que suele verse en esta sala, si la gente no estuviera armada con equipos de mate y un mismo libro: Cometierra, de Dolores Reyes. Pero es evidente que algo fuera de lo común está por ocurrir en este lugar; el mismo en el que, hace 43 años, se inició Teatro Abierto.

Quien, vencido por la curiosidad, logre escabullirse entre la gente y consiga entrar a pesar de no haberse anotado previamente por mail, podrá comprobarlo con sus propios ojos. Sobre el escenario, casi un centenar de escritores, artistas y periodistas (desde Claudia Piñeiro hasta Martín Kohan, pasando por Alejandra Kamiya, Tamara Tenenbaum, María O’Donnell y Cristian Alarcón, entre muchos otros) esperan junto a una pianista, Guillermina Etkin, para dar inicio a una lectura musicalizada de la primera novela de Reyes, publicada en 2019.

¿Performance, encuentro de lectura colectiva? Más que el género en el que se inscribe, lo relevante de esta actividad es su propósito: responder, con una lectura coral, a la ola de desinformación que se propagó en medios y redes sociales sobre este y otros libros del programa Identidades bonaerenses, que busca enriquecer las bibliotecas de las escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires. Los señalamientos de “pornografía” y las acusaciones de incluir contenido sexual explícito no apto para menores –a las que incluso se sumó la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel– tuvieron su origen en una denuncia de la Fundación Natalio Morelli, que llevó el caso a la justicia y acusó al director general de Cultura y Educación provincial, Alberto Sileoni, de “abuso de autoridad y corrupción de menores”.

La idea surgió de Claudia Piñeiro: si tantas personas se estaban mostrando escandalizadas por un libro que a las claras no habían leído, había que responder con lectura. Cuando la idea terminó de tomar forma en su cabeza, Piñeiro llamó a su amiga, la gestora, docente y escritora Cynthia Edul, quien desde hace tiempo organiza junto a Romina Paula una lectura colectiva de La tempestad, de William Shakespeare, en la que distintos escritores interpretan a los personajes. Piñeiro propuso hacer algo similar con Cometierra, parte de la “lista negra” junto a Las primas, de Aurora Venturini, Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara y Si no fueras tan niña, de Sol Fantín, libros de los que también se leyeron fragmentos. 

“Fue muy rápido: organizamos todo en 15 días. Claudia, Dolores, Julián López y Silvia Hopenhayn comenzaron a convocar a otros escritores, y enseguida pensamos en preguntar al Teatro Picadero si podíamos realizar la actividad ahí”, cuenta Edul. “Sebastián Blutrach (empresario teatral y dueño de la sala en cuestión) aceptó de inmediato y puso a disposición toda la técnica y el increíble piano de cola del Picadero. Cuando empezamos a comunicar, más de mil personas se anotaron en un día. Lamentablemente, tuvimos que dejar a la mitad afuera”. 

“¿Cómo iba a decir que no a una lectura abierta con escritores y escritoras, a un acto en defensa del acceso de los chicos a los libros ante la agresión sistemática que este gobierno dirige hacia gran parte del sector cultural?”, se pliega Blutrach.

El entusiasmo que generó la propuesta también se replicó en otros lugares de la provincia y el país: en Ameghino, Mar del Plata, Rosario y otras diez ciudades se organizaron ayer lecturas simultáneas.

Después de casi tres horas de lectura ininterrumpida –hecha de voces femeninas y masculinas, graves y agudas, dicciones espontáneas y de escuela de locución, acentos argentinos y latinoamericanos–, la propia Dolores Reyes cerró la jornada, visiblemente emocionada por los aplausos de la sala repleta. Fue una ovación larga, que recordó lo irremplazable que puede resultar el encuentro presencial: difícil imaginar el mismo impacto con una serie de lecturas virtuales. “¡En un momento pensé que me iba a desmayar!”, dijo Reyes a elDiarioAR. “Esto fue muy emocionante, pero no me lo tomo como un homenaje personal: es una defensa a los libros, a la lectura y de la escuela, que es la institución que forma lectores en este país. Ante tanto ataque, hicimos lo que ellos no hacen: nos pusimos a leer”.

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