¿HAY AJUSTE DEL GASTO PÚBLICO O NO?

El gasto en año electoral

Una de las críticas internas más escuchadas en materia de política fiscal es que el gobierno viene aplicando un ajuste del gasto público, lo cual no solo sería contraproducente respecto de su impacto negativo en la actividad económica sino también en términos electorales. Pero, ¿es realmente así?

Elige tu propia comparación

Quienes sostienen este argumento utilizan la comparación en términos anuales, es decir, comparan el gasto público en lo que va del 2021 frente a lo gastado el año pasado, para concluir –correctamente- que el gasto se redujo 10% en términos reales. El gran problema que tiene este razonamiento es que compara contra meses donde el gasto fue muy elevado, debido al estallido del COVID-19. Esto queda claro al analizar el gráfico a continuación. Si en lugar de comparar respecto del 2020 lo hacemos contra el 2019, lo que se advierte es que el gasto realizado en lo que va del 2021 es 6% más elevado.

Gasto primario en términos reales (promedio móvil 6 meses)

Fuente: INDEC y Min. de Economía.

Sumado a lo anterior, resulta difícil diagnosticar un ajuste solamente mirando la variable aislada. El gasto público es uno de los principales instrumentos de política económica que tiene el gobierno, por ende su evaluación requiere también incorporar el contexto macroeconómico en el que se lleva a cabo dicha decisión. En este sentido, una de las primeras cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de analizar la política fiscal es el nivel de actividad económica, dado que una de las recomendaciones más tradicionales es que esta herramienta sea utilizada de manera “contracíclica”, es decir, que se aumente el gasto público cuando la actividad se contrae (de modo de contrarrestar dicha caída), y viceversa.

Al examinarlo desde esta perspectiva, vemos que resulta muy difícil hablar de ajuste. Como se desprende del cuadro a continuación, el gasto público tuvo un comportamiento sumamente anticíclico. Al comparar respecto del 2020, vemos que hoy la actividad es un 9% más alta y el gasto casi 10% más bajo, mientras que en relación a 2019 la actividad se ubica 4,4% por debajo y el gasto es 6,2% más elevado.

Nivel de actividad y gasto público primario (variación en %, acumulado enero-mayo)

Nota: Para la actividad económica se utilizó el EMAE hasta abril con proyección propia para mayo.

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC y Min. de Economía.

Nada se pierde, todo se transforma

Además de la actividad económica, el otro elemento que es necesario tener en cuenta a la hora de evaluar las decisiones del gasto son las necesidades de financiamiento. Como mostramos acá, si la recaudación no alcanza para financiar el gasto, el gobierno debe recurrir a alguna de las distintas fuentes de financiamiento (utilizar la asistencia directa del BCRA, emitir deuda en el mercado local o en el exterior).

El año pasado, tras el reperfilamiento de la deuda en pesos y la reestructuración de la deuda en moneda extranjera, el gobierno no tuvo más alternativa que financiar todo ese gasto a través de la emisión de dinero, potenciado por la decisión del propio BCRA de reducir las tasas de interés. Esta combinación llevó a una inyección muy abultada de liquidez que terminó provocando la devaluación del tipo de cambio paralelo, con una brecha cambiaria que superó el 100%, y que además contribuyó al aumento de la demanda de divisas y a la menor oferta en el mercado oficial (como analizamos acá), lo que obligó al BCRA a tener que desprenderse de reservas para contener al tipo de cambio.

En resumidas cuentas, los pesos inyectados a través del déficit fiscal fueron –en su mayoría- reabsorbidos por el BCRA, ya sea a través de la venta de dólares o a través del aumento del stock de lelics y pases (los pasivos remunerados que otorgó a cambio). Esta es una cuestión sumamente importante vinculada con los límites del déficit fiscal: los pesos que se crean no desaparecen, en algún lado tiene que terminar. Nada se pierde, todo se transforma.

Principales factores de la variación de la base monetaria para 2020 y acumulado 2021 (en millones de pesos)

A partir de eso, se hace más evidente la estrategia que buscó el gobierno con la política fiscal una vez atravesado lo peor de la pandemia. El objetivo era, por un lado, contraer el nivel del gasto público a los niveles prepandemia de modo de reducir las necesidades de financiamiento y, por otro, mejorar la capacidad de colocar deuda en el mercado local. En ambos casos lo que se buscaba era lo mismo: reducir la asistencia monetaria por parte del BCRA de modo de evitar inyecciones adicionales de liquidez en la economía que, como muestra el gráfico anterior, por ahora lo viene logrando.

Este es otro elemento que refuerza el argumento de llevar a cabo una política fiscal anticíclica pero que no se escucha tanto. No solo contribuye a compensar los movimientos en la actividad económica, sino que además resulta fundamental para colaborar con el BCRA en el manejo de la liquidez de la economía. Esto además se ve reforzado por el hecho de que se observa una relación positiva entre la holgura del sector externo y la actividad económica. Así, en los períodos de mayor liquidación de divisas se observa no solo una mejora de la actividad sino además una inyección de liquidez (por la compra de dólares en el mercado cambiario por parte del BCRA), que refuerzan la lógica de llevar a cabo una política fiscal anticíclica.

¿Entonces no hay ajuste del gasto?

Al analizar el comportamiento del gasto público en relación a la actividad económica y a la liquidez de la economía queda bastante claro que no se está llevando a cabo un ajuste, sino que la reducción del gasto es más bien el comportamiento lógico luego del fuerte incremento que se observó por la pandemia.

No obstante, al analizar las distintas partidas que componen el gasto hay dos en particular que sufrieron caídas significativas en torno al 10% en términos reales, y que además vienen de perder tanto en 2019 como en 2020 contra la inflación: las remuneraciones del empleo público y las jubilaciones. En ambos casos es menester revertir la situación, no solo para recuperar el poder adquisitivo sino además para reactivar el consumo, y allí se enmarca el anuncio de la semana pasada sobre el bono extraordinario de $5.000 para los menores haberes como así también la revisión paritaria del sector. Si, además, el objetivo es mantener el nivel del gasto público, la partida que ya dijimos que habría que recortar es la de los subsidios energéticos, que en lo que va del año mostró un incremento superior al 10% en términos reales, debido al atraso en las tarifas. Pero esto sí parece difícil que suceda en año electoral.

¿Más economía?

Va el resumen del panorama económico a partir de los datos que salieron durante la última semana: la inflación de junio fue del 3,2% y se mantiene en niveles muy elevados. El uso de la capacidad instalada de las empresas industriales se redujo en mayo por las medidas frente al aumento de los contagios, aunque aun así se mantiene por encima de los niveles prepandemia. El salario promedio registrado aumentó sólo 1,2% en mayo, quedando bastante lejos de la inflación. La participación salarial se redujo significativamente durante el primer trimestre del año, a manos del incremento de la participación de las empresas. La nota completa la podés leer acá.

El martes que viene  a las 17 hay un seminario sobre “Mercado de trabajo, desigualdad y pobreza en Argentina” a cargo de una de las personas que más sabe del tema en Argentina, Luis Beccaria. Más información acá.

El podcast de esta semana es el lanzamiento de Conversaciones de Fondo (no el FMI sino el Fondo de Cultura Económica). En este primer episodio, el sociólogo Daniel Feierstein, autor de Pandemia. Un balance social y político de la crisis del COVID-19, dialoga con el docente, periodista y escritor Flavio Lo Presti. Lo pueden escuchar acá.

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