¿Recostado en el diván y analizando por qué suben los precios? ¿Repasando con tu analista cómo estabas hace 21 años, cuando la cifra del IPC nos pegaba en el mentón como ocurrió el viernes? ¿Preguntándole si tendrá razón el Presidente, cuando dice que la inflación es psicológica aunque el bolsillo no lo entienda?…
Probablemente, ni Sigmund Freud podría darnos una respuesta. “Es Argentina, no lo entenderías”, una frase que acuñamos estos años para explicar o, mejor dicho, no explicar lo que nos pasa cuando escuchamos determinados discursos que chocan de frente contra una realidad en llamas. Por los precios, fundamentalmente,que no encuentran techo así se firmen acuerdos, una y otra vez, con empresas de consumo o se suban las tasas 1000 puntos para atraer los pesos al plazo fijo, una acción que podría repetir en las próximas horas, como parte de un paquete de medidas que Sergio Massa decidió avanzar este fin de semana junto a su equipo.
La situación, así, resulta una bendición para los chilenos, uruguayos y paraguayos que cruzan la frontera para comprar todo lo que encuentran y hacer una diferencia. Claro, en el último año el dólar del otro lado de la frontera viene corriendo a contramano de lo que ocurre por acá. Una pesadilla para los argentinos que ven al peso diluirse entre sus manos.
“¿Y ahora, que hacemos?”, nos pregutamos y se pregunta en este newsletter Leandro Dario, al analizar la situación y revisar el camino que le queda por delante al Gobierno.
Un camino que, para algunos, encuentra destino puertas afuera. Al menos en lo laboral, aunque permanezcan en el país. Cobrar en dólares y vivir en pesos, la fruta con la que muchas empresas tientan a especialistas argentinos que se suben a esta tendencia que hoy nos cuenta Ricardo Quesada, con un costado en verde y otro en negro.
En un tiempo en que los argentinos, además de las turbulencias económicas, deben transitar por el terreno espinoso de las elecciones, que analiza hoy Andrés Fidanza, en medio de la pelea de la Rosada con la Corte, el derrotero de los oficialismo del interior y la bravata de un gobernador que juega sus cartas en medio del desorden.
El Cronista