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EL DESAFÍO POSTELECTORAL DE BAJAR LA INFLACIÓN

Parece que fue hace mil años, pero en septiembre la inflación fue del 2,1% mensual, un número algo mayor a lo que se venía registrando, pero relativamente bajo en un contexto en el que el dólar subía. Evidentemente, algo cambió en la lógica de funcionamiento de la economía argentina. Algo tan importante como el chip que tenemos en la cabeza y con el cual fijamos los precios en el día a día. Por esto, la actividad económica y los precios se podrían empezar comportar de forma muy diferente a como se venían moviendo hasta acá.

Tras arrasar en las elecciones, el horizonte parece despejado para el Gobierno. Ahora sí, seguro la economía vuela y la inflación va a bajar al 2–3% anual, ¿o no? Ojalá, pero es difícil, y no por culpa de Javier Milei sino porque tenemos una tasa de inflación que, paradójicamente, es más difícil de bajar que el 200% anual con el que se despidió el Frente de Todos en el 2023.

Para pensar qué desafíos aparecen y qué puede pasar de acá en adelante debemos pensar los motivos por los que pasa esto. Spoiler alert: tiene mucho pero mucho que ver con las decisiones que tomamos en el día a día, por lo que muy posible que algunas cosas que cambiaron ya las notaste.

Estabilidad es que nadie sepa cuánto aumenta todo

Decía Alan Greenspan, el expresidente del Banco Central más pulenta del mundo, la Reserva Federal de los Estados Unidos, que la mejor tasa de inflación que se puede tener es aquella que no entra en las decisiones de hogares y empresas. Léase, no importa el número en sí, lo que vale es que nadie toma decisiones buscando la forma de protegerse de la inflación.

En América Latina nos acostumbramos a vivir tanto tiempo con inestabilidad de precios que le pusimos un nombre propio al problema; los economistas decimos que un país tiene inflación “crónica” cuando hay bastante inflación — ma non troppo — de forma sostenida. Esta sí que entra en las cuentas que todos hacemos para llegar a fin de mes.

La inflación “crónica” es como los mosquitos: molestan pero se puede vivir con ellos. La forma más sencilla de hacerlo es actualizar contratos por la inflación pasada, es decir indexarlos formal o informalmente. Si hubo 20% de inflación el año pasado, vos y tu jefe probablemente acuerden en que lo justo es que te den 20% de ajuste, suponiendo que la economía camina normalmente.

Esto hace que la inflación se enquiste y sea más compleja de erradicar, porque todo el mundo tiende a fijar precios mirando lo que pasó el año pasado, y no lo que está ocurriendo hoy en el mercado. Para bajar la inflación, hay que esperar a que podamos “digerir” estos aumentos.

Además, en un “régimen” de inflación crónica, todos revisamos nuestras decisiones en distintos momentos del tiempo. Imaginate que un gobierno quisiera bajar la inflación del 20% anual al 5% anunciando una política monetaria y fiscal restrictiva en enero. Aunque la economía se enfríe un poco, tu alquiler va aumentar 20%, porque el dueño del inmueble, que te había actualizado en febrero del año anterior, va a querer recuperar lo que perdió desde entonces. Imaginate si todos hacen esto: el resultado es que la política económica induciría a una recesión y la inflación, al menos al principio, casi ni se inmutaría.

Inestabilidad es que todos seamos traders

El contraste con lo que ocurre con una economía que funciona con 20% de inflación anual te lo da una economía muy inestable, con tasas que — por poner un número — superan el 10% mensual. Vivir con esos niveles de inflación es muy complicado y obliga a que todo el mundo esté tomando decisiones financieras — como dónde poner la plata para que no se licue — básicamente todo el tiempo.

A diferencia del caso del dueño del inmueble que alquilás, que te ajustaba una vez por año cuando había 20% de inflación anual, ahora los precios se revisan rápidamente porque sino quedan muy desactualizados. Ponele, una vez cada dos meses o una vez por mes. Por esta razón todos estamos revisando los precios básicamente todo el tiempo y a la vez.

Traduzco: cuando la inflación es muy alta, las decisiones de ajuste de precios tienden a sincronizarse. Es como si todos tuviéramos un reloj viejo, pero lo ponemos en hora todos los días.

Paradójicamente, en este tipo de contexto aparece una oportunidad única de estabilizar la economía coordinando todas las decisiones para que todos aumentemos menos. Nos falta una única pieza en este rompecabezas. La clave está en la palabra que usamos: coordinación.

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Hay una forma magistral de explicar cómo funciona la coordinación, de la mano de una innovadora idea que tuvieron los aeropuertos: poner un cartel que dice “punto de encuentro”. Esta simple decisión hace que cuando te bajes del avión, incluso si no hablaste previamente, sepas que tu viejo y tu vieja te van a estar esperando ahí para llevarte a tu casa.

El punto de encuentro de la economía argentina es el tipo de cambio. Cuando la inflación es muy alta y hay que revisar los precios muy seguido, es posible que todavía no tengamos a mano el dato relevante del INDEC (que se publica con frecuencia mensual) y entonces aparece un recurso clásico: aumentar lo que subió el dólar, total seguro todo sube. Así, el peluquero, que casi no tiene insumos importados, te puede aumentar el corte de pelo porque el tipo de cambio pegó un salto, y casi con seguridad todo el resto de los vendedores hará algo parecido (confirmando que el peluquero tenía razón).Cuando estamos en esta situación, hay una política de coordinación muy obvia: domar el dólar.A remar en dulce de leche (repostero)Desafortunadamente para todo lo que sea bajar la inflación, hoy la economía argentina está en una situación en donde hay que remar si la idea es consolidar la estabilidad de precios. Porque las cosas aumentan más despacio y de forma desincronizada. Algunos querrán recuperar el poder de compra perdido y difícilmente el peluquero estará mirando tan de cerca lo que pase con el dólar a la hora de decidir cuánto cobrar.Si Milei pudo reducir la inflación evitando saltos bruscos del dólar dándose el lujo de que exista alguna recuperación de ingresos (fundamentalmente en trabajadores registrados) durante el segundo semestre del año pasado, parece más complicado que lo pueda hacer de acá en más.Para que te des una idea, en países como Chile y Colombia o en el muy comentado caso de Perú, tomó aproximadamente una década llevar la inflación desde el 20–30% anual — niveles en el que estamos hoy — a menos del 5%. En Argentina la Convertibilidad lo logró en tres años. Si no me creés, mirá el siguiente gráfico.
¿Acaso nosotros somos unos capos y nuestros vecinos unos giles? La verdad que no. La diferencia es el punto de partida y la política adoptada: en Argentina usamos una muy férrea ancla cambiaria y veníamos de una hiperinflación. Perú también salía de una hiper, pero optó por dejar flotar el dólar. Chile y Colombia, en cambio, tuvieron tasas de inflación en torno al 20–30% durante la década de 1980 y utilizaron un esquema de bandas cambiarias (sobre el que Juanma escribió acá). La ausencia de un ancla “contundente” es lo que está detrás del ritmo más lento que tuvo la desinflación.Un ancla, como el propio término te lo dice, es lo que se retrasa para que el barco frene. En Argentina, atrasar el dólar con pocas reservas y sin armar un plan fue la política económica por excelencia en años electorales. De cara al futuro deberíamos ir hacia esquemas de mayor flexibilidad, porque no es claro que podamos implementarla sin el aluvión de dólares que hubo en los 90 (al menos hasta que aparezcan los de Vaca Muerta) y además porque esas anclas suelen generar desequilibrios importantes.Para que la inflación siga bajando vamos a tener que hilar más fino. Estamos como un capitán de barco que tiene que tirar un ancla en un mar de dulce de leche repostero: si ya es difícil que llegue al fondo, imaginate lo que debe ser maniobrar una vez que baje. Lo bueno es que podría estar abriéndose una etapa de la economía argentina en la que quizás no tengamos la inestabilidad de precios que tuvimos históricamente. El desafío pasa ahora por recuperar el nivel de actividad y crear empleo de calidad. Ojo, si el plan es apostar sólo a los dólares de la minería y la energía es posible que tengamos una economía a dos velocidades que no pueda crear suficiente laburo de los buenos para todos. Esto obviamente es algo malo. Me encantaría seguir, pero se me hizo largo y lo dejamos para otra edición.

Emiliano Libman | Cenital
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