El dólar volvió a cobrar centralidad esta semana, convirtiendo su cotización en una montaña rusa de la que la política y la sociedad argentina no pueden bajarse. No fue la primera ni será la última vez que la divisa estadounidense pone a la defensiva a un Gobierno golpeado por múltiples urgencias, jaqueado, en este caso, por la inflación y la sequía.
Paradójicamente, la tranquilidad en la plaza cambiaria era el gran activo con el que contaba Sergio Massa desde su llegada al Ministerio de Economía. El alza del blue, MEP y CCL marcó esta semana sendos récords nominales, cerrando a $ 442, $ 437, y $ 455, respectivamente.
Tomando mayor perspectiva, aún con la suba de estos días, el CCL ajustado por inflación sigue mucho más cerca de los mínimos de la gestión de Alberto Fernández, registrados en abril de 2022 y junio de 2022, que de los picos alcistas de octubre de 2020 y julio de 2022, de los que está 41% y 26% abajo.
Incluso, el promedio de la gestión, que ronda los $490,8, está aún lejos de la cotización actual. Pero esos datos no tranquilizan al Palacio de Hacienda. Según un informe de PPI, aún no se ve luz al final del túnel verde dólar. La ALyC sostiene que el stock de pesos de la economía argentina indica que aún hay espacio para que el dólar siga subiendo.
Desde el agro también llegan luces de alerta. El mercado empieza a descreer del dólar soja y las liquidaciones llegan en cámara lenta. A medida que los dólares financieros trepan, el dólar a $ 300 se convierte en calabaza y el Gobierno en Cenicienta.
La suba de la inflación, la carrera de la nominalidad de los precios y el dólar, y la caída de los bonos, ponen a Massa en un lugar incómodo. De bajar la inflación del 7,4% que recibió en julio de 2022 al 4,9% de noviembre pasado, pasó de nuevo al 7,7% en marzo. Hasta conocer el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de abril habrá que transitar un largo camino de espinas.
Con una macroeconomía desordenada, gobernar Argentina es tan difícil como sentarse en un toro mecánico. Aguantar unos segundos no es garantía del éxito final.
En el quinto piso quizás no se escriban más memorias, sino sólo quede tiempo para escuchar un temazo de La Renga:
“Y en qué lugar habrá consuelo para mi locura
Esta ironía con qué se cura
Si el final es en donde partí”
El Cronista