La Argentina dual, la de las dos caras, la del éxtasis y la agonía, volvió a emerger en todo su esplendor. El mercado mata todos los consensos. Los activos financieros argentinos vuelan, pese a la alta inflación, a la falta de dólares, a una macroeconomía rota y a la sequía más pronunciada de los últimos sesenta años.
Tras pagar u$s 2700 millones el viernes al Fondo Monetario Internacional, las reservas brutas del Banco Central cayeron a su nivel más bajo desde principios de 2016. Tan sólo quedan u$s 27.933 millones en las arcas del edificio que Javier Milei quiere dinamitar.
Sin embargo, la plaza financiera local está viviendo un rally alcista, sin fundamentals, apalancado en el trade electoral y la perspectiva de que en 2024 habrán más dólares, más exportaciones y mejores perspectivas para ordenar la macroeconomía.
Las acciones argentinas encadenaron ganancias extraordinarias en la primera mitad del año. En pesos, el Merval subió 110%, frente a una inflación que no llegará a la mitad. Hay acciones cuyas cotizaciones se multiplicaron incluso por tres o por cuatro. En dólares, en tanto, los papeles treparon 41,8% en el primer semestre.
Los bonos también se subieron a la ola de subas. El GD30 ganó 83,4% entre enero y junio, mientras que el AL30 aumentó 75,4%. Incluso bajó el riesgo país a su nivel mínimo desde febrero.
Por su parte, el dólar mayorista subió 45% en los primeros seis meses del año, mientras que el MEP trepó 47% y el Contado con Liquidación 48%.
Aunque la economía se asoma al precipicio y los precandidatos disputan el poder con internas a cielo abierto, al mercado no le entran las balas. Los inversores apuestan a que el “re contra Bullish” de Carlos Maslatón pase del consumo irónico de las redes sociales a las pantallas de las ALyCs.
La manija es total. Porque, en definitiva, el consenso ha muerto. Larga vida al consenso.
El Cronista