Se organizan por este método campañas de desprestigio en redes y mails para hostigar a sus rivales; es un método polémico al que también recurren otros candidatos
Una maquinaria electrónica completa arropa a Javier Milei. Impulsa y ensalza su candidatura a la Presidencia, critica y defenestra a sus contrincantes, y hostiga y amenaza a sus críticos o a quienes militaron entre los libertarios y osan discrepar en público con él o su entorno, según reconstruyó LA NACION en base a testimonios y análisis de las redes sociales y plataformas digitales durante las últimas semanas.
Esa maquinaria electrónica incluye tuiteros militantes y mercenarios, “influencers”, granjas de trolls y bots, y operadores anónimos que se encargan de las tareas sucias, como desarrollar campañas de desprestigio o llamar por teléfono o enviar e-mails, desde la impunidad de las sombras, para sugerirle que cierre la boca a quien sea necesario.
Desde el entorno de Milei admiten que utilizan granjas con miles de trolls y bots para posicionar al economista y otras figuras de su espacio, como también para difundir sus ideas y propuestas. “¿Por qué vamos a mentirle? Es mejor que la gente sepa quién crea y usa trolls o cómo se hacen y que entienda las reglas del juego”, remarcó uno de sus puntales de la avanzada electrónica, Fernando Cerimedo, a LA NACION.
“Los trolls mal usados en política son los que se utilizan para insultar, sí”, planteó Cerimedo, aunque sostuvo que Milei no los utiliza hostigar o lanzar campañas sucias o de desprestigio. Al menos, no los trolls que él gestiona. “Eso no es para lo que nosotros tenemos los trolls. Los usamos para generar más relevancia y para mentirle al algoritmo, para que crea que el contenido es muy relevante y lo muestre más orgánicamente para que llegue a más gente o para que determinadas palabras se indexen mejor”, afirmó.
Dueño de Madero Media Group, un holding que abarca empresas, varios portales y una radio entre otros medios y plataformas de difusión, Cerimedo confirmó a LA NACION que controla “granjas” con miles de trolls, cuentas bots y otras herramientas digitales que puso al servicio de Milei, como antes lo hizo para la actual precandidata presidencial por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich.
Sin embargo, Cerimedo no trabaja sólo para Milei u otras figuras de la oposición o más cercanos a la derecha. También utiliza sus conocimientos y herramientas para difundir ideas de izquierda –y amplía así las audiencias a las que llegan sus mensajes, elevando la cotización de sus servicios para políticos y empresas–, y desarrolla tareas para intendentes peronistas como Fernando Espinoza (La Matanza), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas, actual ministro de Infraestructura y Servicios Públicos bonaerense en la gestión del gobernador Axel Kicillof), o Cristian Cardozo (Partido de la Costa), entre otros.
Los espacios que compiten con Milei por la Presidencia, cabe aclarar, tampoco son ajenos a estas aguas. El equipo de Mauricio Macri contrató los servicios de Cambridge Analytica en la antesala de las elecciones de 2015 y volvió a reunirse con sus responsables en 2017, como detalló LA NACION, en tanto que el kirchnerismo desplegó durante la última década toda una parafernalia en redes sociales que, sólo en parte, respondía al actual ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, de la mano de Anita Montanaro.
Por su parte, Sergio Massa y Juan Schiaretti, entre otros, recurrieron a los servicios de Gastón Douek, al que algunos apodan “el señor de los trolls”, quien unió fuerzas en campañas anteriores con Guillermo Seita, el dueño de la encuestadora Management & Fit. Y otras agencias, como Publiquest, Nicestream e Influencia2 ofrecieron sus servicios para ensalzar méritos de la candidatura dispuesta a pagarles o esmerilar a sus rivales. Y más de una, como Becom1, llegó a trabajar, al mismo tiempo y durante la misma campaña de 2015 para Macri y para el entonces candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli.
Por estos días, Cerimedo tampoco es la única referencia de Milei en el mundo digital. Los nombres de dos legisladores porteños, Ramiro Marra y Lucía Montenegro, resuenan al indagar sobre influencers y movimientos en Twitter, Facebook, Instagram y TikTok, o plataformas digitales como WhatsApp y Telegram. ¿Una curiosidad? Marra salió en público a acusar al armador de su mismo espacio Carlos Kikuchi, de utilizar las redes para enchastrarlo.
Esa metodología varía según cada red o plataforma, aunque pueden observarse algunos rasgos comunes. Entre ellos, un notable aumento de mensajes, comentarios, “me gusta” y retuiteos de lunes a viernes, en horario de oficina y una merma considerable durante los fines de semana, cuando están de franco los contratados para promocionar a Milei y su entorno, en particular de Victoria Villarruel y Marra.
LA NACION solicitó entrevistas con Milei y Kikuchi para consultarles sobre estos y otros hallazgos durante las últimas semanas, pero desde su entorno indicaron que sus agendas estaban complicadas por los viajes propios de la campaña presidencial.
El caso de Twitter
Otro indicio de manipulación digital a través de bots y trolls es que los mensajes de Milei en Twitter, por ejemplo, muestran una disparidad inexplicable en cantidad de “likes” y “retuiteos” que reciben los mensajes que envía con minutos de diferencia, siendo que las interacciones de algunos tuits rondan las decenas de miles y las inmediatas posteriores son casi nulas.
Un tercer y más obvio indicio de la maquinaria que potencia a Milei y su entorno es la elevadísima injerencia de cuentas sin fotografías de los usuarios, o con nombres de fantasía seguidos por varios números o que se abocan de manera exclusiva a retuitear e indicar “me gusta”, sin generar contenido propio. LA NACION se abstiene de exponer ejemplos concretos para evitar la promoción de esas mismas cuentas.
Un cuarto indicio es que las cuentas “bot” suelen pasar tres o más meses latentes desde que se activan, en una suerte de letargo o hibernación, antes de comenzar a difundir material multimedia. ¿Por qué? Porque sus creadores detectaron que los algoritmos de las redes sociales –Twitter, en particular– pueden bloquearlas de manera automática, según confirmaron expertos informáticos consultados por LA NACION.
Los programadores más astutos, sin embargo, suelen separar sus maniobras en las redes. Es decir, utilizan un universo de cuentas falsas para difundir contenidos que potencian a Milei y sus acólitos, y otro universo de cuentas, que no se conecta con el anterior, para atacar a sus rivales o agredir a sus críticos. ¿Por qué? Para reducir el riesgo de que les bloqueen o den de baja todas las cuentas de una misma “granja”.
Un último indicio –entre muchos otros– es la inusual geolocalización de las cuentas que difunden los mensajes de Milei o manipulan los algoritmos de las redes sociales para convertirlo a él o a su mensaje en supuesta “tendencia”. Así ocurrió, por ejemplo, cuando el precandidato libertario fue a un programa de televisión y cerca de 3000 cuentas comenzaron a fogonear su mensaje en Twitter. ¿Lo curioso? La mayoría abrumadora de esas cuentas aparecían activas 500 metros alrededor del Puente de la Mujer, de Puerto Madero. Es decir, a mitad de camino entre las oficinas de Cerimedo y Marra.
Amenazas internas
Más inquietantes son, sin embargo, las derivaciones en el mundo real de la maquinaria tecnológica que rodea a Milei. Por ejemplo, a través de la secuencia de llamadas y correos electrónicos anónimos, y amenazas virtuales o incluso físicas que recibieron y denunciaron militantes libertarios, que en algún momento discreparon con Milei, se abrieron de su campaña y decidieron exponer en público sus diferencias.
La abogada Mariela Pérez Cesaratto, por ejemplo, requirió a la Justicia que investigara la secuencia de presuntas afiliaciones truchas en la ciudad y provincia de Buenos Aires para impulsar la candidatura de Milei. Poco después, le requirió a la jueza federal con competencia electoral, María Servini, “medidas de protección personal” por lo que afirmó que eran “diversas amenazas y operaciones” en su contra. Entre estas, la aparición de “balas” junto a su puerta y que fueron exhibidas ante la Fiscalía, además de agravios en las redes sociales “utilizando en repetidas oportunidades cuentas trolls con dichos injuriosos y lesivos de mi honor, y un par de amenazas directas”.
Meses antes, un exaliado de Milei devenido crítico acérrimo, Carlos Maslatón, también había denunciado que lo atacaban a través de las redes sociales. Acusó al precandidato presidencial de contratar “a una agencia de redes para postear sistemáticamente en mis mensajes con usuarios falsos de menos de 10 seguidores”, lo que calificó de “maniobra infantil”.
Por su parte, Mila Zurbriggen, la referente de La Generación Libertaria que se abrió del espacio en febrero pasado tras denunciar que el círculo íntimo del candidato vendía las candidaturas, también requirió protección a la Justicia. Terminó con custodia y botón de pánico tras acumular amenazas de lo que calificó como “un troll center” que trabaja para Milei. “Es terrible y lamentable que el movimiento liberal haya caído en eso”, sostuvo.
En un efecto dominó, un militante de Tucumán que salió a respaldar los dichos de Zubriggen, Vancis Roda, también sufrió amenazas. En su caso, un correo electrónico con el título “¿Tucu muerto?”, cuyo contenido ahondó en esa senda, poco antes de que saliera por televisión. “Cuidate de lo que hablás con el ‘Gato’ [por Gustavo Sylvestre] o vas a sufrir. Mirá que tenemos gente en Tucumán que te vigila de cerca”.
Junto a Milei negaron estar detrás de esas maniobras. “Hay muchos pibes que suben videos a las redes sociales en apoyo a Milei y algunos hasta ganan dinero haciéndolo. Existen, no son ‘bots’”, indicó un referente de los libertarios ante la consulta de LA NACION. “Pero te aclaro que son ingobernables y alguno se puede pasar de rosca. ¿Pero qué les vamos a decir? Militan y ganan plata”.
Los cruces de acusaciones se dan incluso entre las figuras principales del espacio. En julio de 2022, por ejemplo, Marra recurrió a Twitter para desmentir que estuviera internado en Estados Unidos. Debió aclarar que había viajado para acompañar a su padre, quien afrontaba serios problemas de salud. Pero no le apuntó al kirchnerismo o a Juntos por el Cambio por la propalación de esos rumores, sino a la interna libertaria.
“Del entorno de Carlos Kikuchi están diciendo que estoy en Estados Unidos internado por adicciones. Lamentablemente estoy en Texas junto a mi padre que tuvo un infarto y está entubado hace 12 días en terapia intensiva. Me banqué muchas, pero esta no”, lanzó el legislador. “Por las dudas, aclaro que Javier y Karina Milei están en pleno contacto conmigo y ofrecieron su ayuda para lo que necesite. No tienen nada que ver con las nefastas prácticas políticas que lleva a cabo Kikuchi desde hace varios meses con difamaciones”, abundó. Nueve meses después, sus dardos siguen visibles en Twitter.
Hugo Alconada Mon-La Nación