Mientras la economía cruje, la política se adueñó del escenario para recordar un momento histórico. Claro, no el que todos celebramos, con la escarapela en el pecho, desde que empezamos a ir al colegio. Los 213 años de la Revolución de Mayo apenas si se recordaron en el Tedeum de la Catedral porteña, el lugar a donde el matrimonio Kirchner decidió dejar de ir en 2006, luego que el entonces arzobispo Jorge Bergoglio se pronunciara en la homilía, entre otras cosas, contra la prepotencia, el enfrentamiento y el “internismo”.
El tiempo pasó y Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, que planea regresar a la Argentina como Sumo Pontífice recién el año próximo, ya con nueva administración nacional. Pero aquel “internismo” volvió a decir presente el jueves, así como las advertencias de la Iglesia sobre la situación crítica en la que se encuentra el país.
En la Catedral estuvo el presidente Alberto Fernández y varios de los aspirantes a sucederlo, pero no su compañera del Ejecutivo, Cristina Kirchner. Por el contrario, la Vicepresidenta se subió al escenario montado en Plaza de Mayo, de espaldas a la Casa Rosada y de frente a una feligresía kirchnerista de la que fue excomulgado el jefe de Estado, pieza importante del hecho que se conmemoraba: el 20° aniversario de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, un gobierno que tuvo al actual mandatario como jefe de Gabinete.
Sí, en cambio, estuvo presente el ministro de Economía, Sergio Massa, pendiente no solo de las señales de Cristina sobre el futuro candidato del Frente de Todos -se mostró a su lado, al igual que Axel Kicillof y Eduardo “Wado” de Pedro-, sino también de la imagen que pudiera transmitir el acto hacia el exterior.
Hacia Washington, de dónde, pese a las quejas de Cristina contra el FMI, espera surja la otra gran definición de junio, la que puede determinar su destino y el del oficialismo en su totalidad, según nos revela hoy Matías Bonelli. Pero también hacia China, a dónde viaja hoy para pasar la gorra, renovar el swap con el gigante asiático y obtener la garantía que reclaman los bancos brasileños para poner en marcha un modelo similar con las importaciones provenientes de las tierras de Lula, de manera que los yuanes y reales ayuden a bajar la necesidad de dólares, mientras se espera el visto bueno y los “verdes” del Fondo.
Un viaje que el tigrense también aprovechará para mostrarse junto a Máximo Kirchner, mientras Wado se sube con spots a la posibilidad de ser el candidato de la “generación diezmada”, Kicillof prefiere el silencio, Daniel Scioli asegura que competirá y Agustín Rossi anticipa que mañana pondrá en marcha su carrera hacia la PASO que alienta el Presidente.
Pero, aunque Alberto quiere que el “Cabildo oficialista” se mantenga abierto y resolver las diferencias internas en una primaria, esa idea no cuaja en aquellos que, en su particular homenaje a lo ocurrido en 1810, poblaron la Plaza de Mayo bajo la lluvia con la idea de mantener vigente la “revolución K”, que ya cumplió dos décadas.
En su visión, es la Vicepresidenta quien debería asumir el rol de la “gran electora” de la alianza gobernante. Una persona que preserva un lugar de poder no habitual para las mujeres, aunque por su propia decisión -y, para muchos, por la crisis económica y los resultados de las encuestas- será, al menos por los próximos cuatro años, sin ocupar el sillón presidencial.
Ese sitio al que espera llegar otra exponente del sexo femenino, como la titular del PRO, Patricia Bullrich, pero también una muy superior cantidad de postulantes masculinos dentro de la propia alianza opositora de Juntos por el Cambio, el oficialismo y el resto de las fuerzas.
Una proporción desigual, de casi 10 a 1, que se mantiene en los máximos estamentos del poder, tanto en el ámbito público como en el sector privado.
El Cronista