El gobernador propone una solución que incluya al resto de los mandatarios provinciales. Mientras, mantiene el silencio sobre la candidatura de la expresidenta para el PJ Nacional.
Algo se rompió. Aunque finalmente haya acuerdo y Axel Kicillof dé su apoyo a la candidatura de Cristina Kirchner a la presidencia del PJ, la relación entre ellos no será igual a partir de ahora. Cada día que pasa sin que el gobernador de la provincia de Buenos Aires se pronuncie se acrecientan las posibilidades de una ruptura o, al menos, de un distanciamiento duradero con la expresidenta. Podrán confluir más adelante, como hizo Cristina con muchos dirigentes que la desafiaron, pero habrán cambiado los términos del vínculo. Todo eso quedó expuesto en el proceso de definición de la presidencia del partido, un cargo que hasta hace unos meses solo parecía importarle al gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela. El tiempo de la conciliación se acaba y la agenda de la semana que viene parece armada para que estalle la guerra interna: el 17 de octubre, dos días antes del cierre de listas en el PJ, el gobernador bonaerense va a encabezar, en Berisso, un acto para el fortalecimiento de su armado propio. ¿Será el lanzamiento de un Kicillof autónomo?
En el primer círculo de confianza del gobernador lo niegan sin dudar. “El kicillofismo no existe”, dicen y en OFF sueltan sin reparos lo que hasta ahora Kicillof se resiste a decir en público: “Cristina es la que más pergaminos tiene para presidir el PJ”. Anticipan además que él nunca la va a enfrentar y que tampoco va a apoyar a un candidato que lo haga, si es que finalmente Quintela mantiene su postulación para las elecciones partidarias del 17 de noviembre. Eso sí, pretenden que el apoyo que se le reclama esté precedido por una conversación con la expresidenta, en la que ella lo ponga al tanto de la estrategia a seguir. Hoy esa charla está obstruida por una pregunta: ¿Quién llama? ¿Él a ella, o ella a él? En La Plata argumentan que todos los dirigentes que pasaron por el Instituto Patria en los últimos días (José Luis Gioja, Agustín Rossi, Lucía Corpacci, Julio Pereyra, entre otros) no vieron luz y entraron, sino que fueron convocados por Cristina. Cerca de la expresidenta replican que todos esos dirigentes le habían manifestado antes su apoyo para presidir el PJ. ¿Y entonces?
Cerca de Kicillof hablan de buscar una salida “por arriba”, que incluya al resto de los gobernadores del PJ, Sergio Ziliotto (La Pampa), Gildo Insfrán (Formosa) y el propio Quintela. El silencio de los mandatarios es, interpretan operadores que hablan con todos los espacios, un gesto de solidaridad con el riojano, para que acuerde su rendición en mejores términos. “No podemos tirar a Quintela por la ventana. Cristina lo dejó caminar y faltando dos semanas le hacen esto”, dice un funcionario de Kicillof. Un pronunciamiento conjunto de los gobernadores podría ser también un salvoconducto para que el bonaerense pueda escapar de la disyuntiva que lo atraviesa, el dilema entre la traición o el sometimiento, o, para decirlo en términos menos dramáticos, para que encuentre un punto intermedio entre el desafío abierto y la adhesión incondicional. Va a ser difícil que conforme a la vez a Cristina y a los que ven en él un canal para construir un candidato/jefe de cara a 2027. Otra lectura: con su silencio, Kicillof ya se plantó, dice un intendente que arma el acto del 17 de octubre, y sentó las bases para la discusión de las listas el año que viene. “Ya nadie lo ve como un delegado”, se entusiasman. Un dirigente que supo desafiar a la expresidenta y que la visitó esta semana da su veredicto: “Axel tiene derecho a discutir las listas, pero no tiene argumentos para negarle el apoyo a Cristina para el PJ”.
Pese a que las tensiones van en aumento, todavía existen canales discretos entre la expresidenta y el gobernador bonaerense. Dirigentes al tanto de esas gestiones pronostican que finalmente habrá lista de unidad y que Cristina tendrá el apoyo de todos los mandatarios, el de PBA incluido. Como señal de conciliación, Kicillof hizo llegar parte de su discurso que dio el martes en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde elogió a Cristina por la creación de universidades. En el Patria no lo consideraron suficiente. Un sindicalista que visitó al gobernador esta semana se fue con la impresión de que, como acostumbraba a hacerlo Néstor Kirchner, Kicillof doblará cinco centímetros antes de chocar contra la pared. ¿Usará el acto del 17 de octubre para dar su apoyo a Cristina? Sería demasiado.
En un mensaje que muchos leyeron en clave interna, Máximo Kirchner habló ayer en Lanús y pidió postergar el debate por las candidaturas de 2025. “Algunos vivos quieren sembrar cizaña. En todo caso no le gustarán los nombres pero los que están en diputados han votado sin desteñirse. Alguno querrá cambiar algún nombre pero esa es otra discusión”.
Esta encerrona con ribetes novelescos tiene un trasfondo profundo del que no escapa casi ninguna fuerza política nacida de un liderazgo fuerte, en la Argentina y en cualquier país del mundo: la dificultad de las sucesiones políticas. “¡Piedra para Axel!”, gritan en la trinchera de la expresidenta para advertir que, después de largos meses de evasivas, hoy queda al desnudo que el problema de Kicillof no era con el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, como planteaban desde La Plata, sino con Cristina. “Quieren sus votos pero no sus heridas”, dice, parafraseando a Máximo, un dirigente de la primera sección que ya se atreve a poner en duda que Kicillof siga siendo el candidato natural del kirchnerismo para 2027. Un funcionario bonaerense responde: “Cristina cambió. Máximo la subió a esta pelea. Ella ya no es ella”. Menos pasionales, los dirigentes más cercanos a Kicillof insisten en afirmar, pese a todo, que él sigue reconociendo a Cristina como su conducción. Eso sí, hoy reconocen, no queda otra, que tienen reparos sobre el modo de conducción de la expresidenta. En particular, sobre la manera en que se armó el operativo previo al anuncio de su candidatura al PJ: “El partido tiene cinco gobernadores y no llamaron a ninguno, no se puede conducir por Twitter”. Un senador kirchnerista responde: “Axel tiene razón en que se manejó mal, pero cuando esta metodología lo favorecía no se quejaba”. Después de anunciar su voluntad de presidir el partido, Cristina llamó el miércoles a Quintela, por intermedio de su secretario. Pero el gobernador de La Rioja todavía no le devolvió la llamada. Ayer declaró que la va a llamar el lunes, para ver cuándo se pueden juntar. “Estoy en un camino sin retorno”, dijo para negar que vaya a deponer su candidatura.
¿Por qué la expresidenta convalidó una jugada que, transcurridos ya diez días, no hizo que se pronunciara ningún gobernador del PJ ni, de manera formal, la CGT, pese a que hay jefes sindicales que sí lo hicieron, ni los movimientos sociales? Hay distintas interpretaciones y versiones. En el Instituto Patria hay quienes reconocen que el operativo clamor no salió como se esperaba y que pudo haberse hecho de otra manera. Otros leales a Cristina sostienen que se trató de otra “jugada maestra”, esta vez para trazar una frontera y ordenar a Kicillof. Una apelación al principio de revelación, del que suele hablar Javier Milei, para saber con quiénes cuenta y con quiénes no.
Los dirigentes que trabajan para que el gobernador sea candidato a presidente en 2027 lo interpretan como un intento de “sometimiento”. Cuentan además que Cristina tuvo otro plan sobre la mesa para lanzar su candidatura al PJ, que incluía un diálogo previo con gobernadores, la CGT y movimientos sociales. La idea de la expresidenta, dicen en su entorno, es profundizar el diálogo que abrió en los últimos días con dirigentes de distinto pelaje. “CFK al frente del partido blinda al peronismo de una nueva deriva liberal”, dicen los que promovieron su candidatura. Cristina dio un anticipo esta semana de lo que piensa hacer para marcar el rumbo, cuando cuestionó a los diputados peronistas que votaron a favor del veto a las universidades. En ese mismo posteo, colocó en la vereda de enfrente a tres gobernadores elegidos bajo el sello del PJ: Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Raúl Jalil (Catamarca). Con Kicillof no hay diferencias programáticas, pero eso no le garantiza seguir habitando la misma vereda.
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