Argentina es un país federal, en el cuál las provincias mantuvieron en el tiempo de la constitucionalización importantes resortes de poder vía la Cámara de Senadores y otros mecanismos formales e informales. Uno de los aspectos de esta federalización era la importancia política de los gobernadores (no agrego el femenino “gobernadoras” porque la elección de mujeres a las gobernaciones es algo mucho más reciente, cuando el poder político de los jefes de gobierno provinciales ya comenzaba a declinar).
Durante décadas se suponía que la vía de llegada preferencial para la presidencia era a través de una gobernación. En el año 1989, Carlos Menem compitió con Eduardo Angeloz: dos gobernadores. En 1995, Menem lo hizo con otro ex mandatario provincial, José Octavio Bordón, de Mendoza; la UCR quedó tercera con Horacio Massaccessi, de Río Negro. En 1999, Fernando De La Rua le ganó a Eduardo Duhalde; en el 2003, Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, fue elegido presidente; más atrás quedó por ejemplo Adolfo Rodríguez Saa, ex gobernador de San Luis. Es decir, no era descabellado para un “caudillo surgido de una provincia del interior” (en las inmortales palabras de Alfonso Prat Gay) apuntar a la presidencia.
A partir de 2015, la situación parece haber cambiado estructuralmente. El último gobernador de una provincia que no es Buenos Aires en llegar a una competencia presidencial con algunas chances reales fue el socialista santafesino Hermes Binner en 2011. En 2015 se enfrentaron el jefe de gobierno porteño y el mandatario de la provincia de Buenos Aires (que, en verdad, era un porteño de toda la vida “trasplantado” a la gobernación de La Plata). En el 2019, Mauricio Macri fue derrotado por Alberto Fernández, dirigente del PJ de Capital y por Cristina Fernández, senadora por la PBA.
Miremos ahora los nombres en competencia para el 2023 (no sé si, como yo, los lectores y lectoras pueden notar una tendencia):
Los nombres en danza del Frente de Todos: Sergio Massa (ex jefe de gabinete de la Nación, ex intendente de Tigre, ex diputado por la PBA), Eduardo “Wado” De Pedro (actual ministro del Interior, nacido en Mercedes, PBA), Axel Kicillof (gobernador de PBA), Daniel Scioli (ex gobernador de PBA, actual embajador en Brasil) Juan Grabois (dirigente social, con base en la ciudad de Buenos Aires). Podría sumarse aquí a dos dirigentes que renunciaron a presentarse a la elección: actual presidente, Alberto Fernández (dirigente del PJ de la Ciudad de Buenos Aires) y la actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Ambos con inserción en CABA o PBA.
Juntos por el Cambio: Horacio Rodríguez Larreta (actual jefe de gobierno de CABA), Patricia Bullrich (presidenta del PRO, ex ministra de Seguridad 2015–2019, surgida del peronismo de la CABA), Gerardo Morales (gobernador de Jujuy), Facundo Manes (Diputado por PBA, médico y autor conocido por su trabajo en la Fundación Favaloro, en CABA). Morales, la única excepción a la inexorable porteñización, es un gobernador reelecto con muy buenos números en su provincia; hay que notar, sin embargo, que en la mayoría de las encuestas aparece lejos no sólo de Rodríguez Larreta, sino de Bullrich, quien nunca ocupó un cargo ejecutivo por el voto.
Espacio libertario: Javier Milei (economista mediático, su partido tiene fuerte anclaje en CABA y PBA).
Frente de Izquierda: Myriam Bregman (diputada nacional por CABA), Nicolás del Caño (diputado nacional por PBA), Gabriel Solano (dirigente de CABA). Nicolás del Caño se inició en la política en Mendoza, pero, como muchos, se mudó como representante de CABA.
Con la excepción del gobernador radical de Jujuy, Gerardo Morales, la totalidad de los dirigentes que disputarán las Primarias Abiertas Obligatorias y Simultáneas como precandidatos a la presidencia con algunas chances provienen de la capital del país o de la provincia de Buenos Aires.
Tan fuerte es el efecto centrípeto de la zona metropolitana en política, que figuras políticas que surgieron en provincias de la periferia terminan afincándose en la capital. Carlos Menem nunca compitió en otro distrito que La Rioja (salvo la presidencia), Hermes Binner hizo lo mismo con Santa Fe. Sin embargo, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y su hijo Máximo abandonaron de hecho su origen de Santa Cruz y fortalecieron su control de la estratégica provincia de Buenos Aires. Nicolás del Caño hizo lo mismo con Mendoza. Miguel Angel Pichetto (ex vicepresidente de Mauricio Macri) fue senador por Rio Negro durante décadas, pero lanzó su precandidatura presidencial en la provincia de Buenos Aires.
Una excepción a esta regla podría ser Juan Schiaretti, gobernador de la poderosa y estratégica Córdoba. Sin embargo, las dificultades que tiene el “cordobesismo” para instalarse como opción electoral real, aún cuando mantiene su hegemonía en la clave y poblada provincia del centro del país desde hace años, habla justamente de lo inclinada que está la balanza para figuras que habitan en el entramado mediático y comunicacional centrado en la ciudad de Buenos Aires: es visto automáticamente como una figura de mayor relevancia Milei, por decir un caso, que el gobernador de una provincia con tres millones y medio de habitantes, más de los que tiene CABA. El jefe de gobierno de CABA, sea quien sea, es un candidato automático a la presidencia; los gobernadores de Santa Fe, Córdoba o Mendoza, que equivalen poblacionalmente, no lo son.
Una hipótesis posible es que el desdoblamiento de las elecciones provinciales de la nacional también permite la constitución de dos planos de la discusión política: los provinciales se basan en temas provinciales, mientras que la elección nacional (presidente y Congreso) funciona como una elección nacionalizada, en distrito único, con una única agenda de temas “nacionales”.
La dificultad, para quienes vivimos fuera del área metropolitana, es que, dado que lo “nacional” se constituye, en realidad, en una esfera pública articulada alrededor de cuatro canales de televisión y de cable situados en la Ciudad de Buenos Aires, es cada vez más difícil que temas de relevancia provincial lleguen a ser vistos como “nacionales”. Temas ambientales, sociales o de cualquier otro tipo que sucede en una provincia son “provincial” o “local”, no nacionales.
¿Este nuevo estado de cosas es algo para festejar o para lamentar? Si uno supone que la política “provincial” equivale a feudalismo, caudillismo y subdesarrollo, supongo que uno podría alegrarse. Si, en cambio, asumimos que algunas experiencias políticas innovadoras, participativas y novedosas están sucediendo lejos de la General Paz, tal vez no sea un hecho del todo positivo que nunca sean conocidas por un público más amplio.
María Esperanza Casullo | Cenital