La pelea cada vez más profunda entre el Gobierno y los gobernadores es por dinero pero, al mismo tiempo, por cientos de cosas. De ambos lados pensaron que con la vuelta de Ganancias tendrían resuelta la recomposición de los fondos coparticipables con las provincias, pero la idea fue dejada de lado, aunque también hubiera caído con la ley ómnibus.
Las partes no se pusieron de acuerdo en cómo reemplazar esos fondos, y estalló la bomba. Entre las cientos de aristas que tiene la discusión por los fondos coparticipables, una de las más delicadas es la de los pagos de salarios estatales. El bonaerense Axel Kicillof fue uno de los primeros en pegar el grito y puso en duda el pago de un porcentaje del salario de los docentes que sale justamente de fondos de Nación. Finalmente, y para evitar problemas, el gobernador decidió utilizar fondos propios.
En otras provincias la situación también es compleja. Río Negro advirtió que se viene una ola de problemas para pagar salarios docentes, y acusó que el Gobierno dejó de transferir lo correspondiente al Fondo de Incentivo Docente (Fonid).
Esto, claro está, no pega solo al sector de la educación. En Corrientes, por ejemplo, el gobierno provincial otorgó un alza de 20% en los salarios estatales, una decisión que fue tomada previo a la caída de la ley ómnibus, es decir antes de que se terminara de prender fuego la relación Gobierno-gobernadores. Y si ya antes la situación era compleja y todavía se discutía por los fondos, tras la caída de la sesión en Diputados todo es peor.
“Si algo puede salir mal, saldrá mal”, dice una de las leyes de Murphy, y aquí también se cumplió. Porque en medio de todo esto Economía decidió que los bancos ya no puedan financiar el pago de salarios de empleados públicos, es decir que dejan a los ejecutivos provinciales sin una importante herramienta en caso de tener inconvenientes, como los hay ahora.
Se pone en juego así el pago a 700.000 empleados de la administración nacional y 3,5 millones de empleados de provincias y municipios de todo el país.
Sin dudas, un escenario nada auspicioso, que solo hace desear que la idea del descontento social no crezca.
El Cronista