LA PELOTA, EN MANOS DE CFK

Alberto Fernández finalmente agarró la lapicera. La agarró y la soltó rápidamente. En adelante el Presidente se reducirá a ser el garante del fair play en las PASO del Frente de Todos. Su legado módico será no haber traicionado. Y tal vez la lealtad hacia quien digitó su coronación a dedo, hace exactamente 4 años, haya representado un límite. Quizás le haya puesto un techo a su (inesperado) tránsito por La Casa Rosada. 

La pregunta de fondo es casi hamletiana: ¿Se puede ejercer el poder sin traicionar en el peronismo? ¿Se puede lograr una identidad política propia sin romper con el sector que apadrinó (o amadrinó, en este caso) un intento de liderazgo? A diferencia de Carlos Menem, de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner, Alberto Fernández ni siquiera lo intentó. Esa será su jactancia, en el diálogo imaginario que todo ex presidente mantiene con la historia. 

Alberto Fernández no alcanzó a construir un ismo. No se lo propuso. Ni por la positiva, ni en oposición a otra corriente ideológica. Le queda el consuelo de la lealtad. Y algo más: en un reproche sutil hacia Cristina Kirchner, el mérito de la honestidad. La pelota ahora quedó en manos de CFK. Debilitada y por momentos impotente, la abogada platense de 70 años vuelve a ocupar el centro del sistema solar peronista. Ser o no ser candidata a Presidenta por tercera vez. Ese es su dilema por estas horas de vértigo.

El Cronista

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