Las crisis son de nosotras, las finanzas son ajenas

El grito se escucha en redes y medios: “¡estafa feminista!”, dice para alertar a las mujeres que se involucran en esquemas de circulación de efectivo alternativos ¿por qué tanta virulencia con esto y tanta complacencia con el carnaval financiero que proponen los bancos, el gobierno y el FMI?

Evidentemente es más fácil perseguir mandalas que a las LELIQ (las letras de liquidez del Banco Central cuya tasa de interés garantizan el negocio millonario que el gobierno le regala a los bancos). En pleno carnaval financiero, que se traduce concretamente en empobrecimiento generalizado y toma de deuda por parte del Estado a escalas nunca vistas, la pasión punitiva se la agarra con la para nada ingenuamente bautizada “estafa feminista” del telar de los sueños o flor de la abundancia. Queremos debatir cinco puntos por los cuales no podemos dejar de ver en este alarmismo y generalización de la sospecha (más allá de casos puntuales de abuso que sin embargo no es la experiencia de la mayoría), un modo de restringir el debate sobre lo financiero y de criminalizar ciertas prácticas económicas.

1. Sabemos que cuando se “seca” de circulante, es decir de dinero, una economía, como ha sido el plan orquestado y anunciado de este gobierno, proliferan dinámicas que se suelen llamar de “delincuencia económica”. Esta situación de “escasez” deliberada de dinero, puede ser usada como una vía para criminalizar y convertir en “ilegalismos populares” los rebusques de economías informales y de subsistencia (quien vende paltas a la salida del subte o está manteando en alguna avenida, etc.), mientras que la “criminalidad económica” de gran escala permanece intacta.

2. La primer “estafa” es la que produce la situación de ajuste actual, que obliga compulsivamente al endeudamiento masivo, en especial dirigido a las mujeres y sectores populares y ahora a sectores medios. Esto se hace desde los bancos y el Estado, que a través del cobro de tasas usurarias de modo totalmente “legal”, se quedan con un negocio financiero millonario. Ellos “explotan”, es decir sacan aun más beneficio, de la situación de empobrecimiento, en la que casi nadie llega a fin de mes si no es con “ayuda” de la deuda. Conclusión: la estafa masiva se realiza de modos “legales” con el Estado como garante. Este es el “secreto” del sistema financiero (y no el supuesto “engaño” entre amigas, vecinas, etc.).

3. A esta situación se agregan las formas, también compulsivas, de refinanciamiento de las deudas “legales” con fuentes de financiamiento no legales o ilegales: desde los prestamistas “truchos” hasta el flujo del narcomenudeo como economía de salvataje frente a las tasas usurarias de las tarjetas de crédito y los “efectivo ya”. Claro que acá vemos de nuevo que la categoría de “ilegal” siempre recae sobre el mismo sector social. Y, por tanto, la criminalización y persecución también. La operación de escándalo mediático es lo que tiene que llamar la atención: existiendo muchas financieras y mesas de dinero funcionando por fuera de la regulación del Banco Central, el problema del financimiento “ilícito” se traslada a la interpretación de la solidaridad entre mujeres “engañadas”. No es casual que la mayoría de las condenas por narcomenudeo sean a mujeres, travestis y trans, en su mayoría también migrantes. Como acaban de escribir Laurana Malacalza, Inés Jaureguiberry y Sofía Caravelos: “la categoría de “narcotravestis”, utilizada en los medios de comunicación locales y replicada por los “vecinos/as” se usa para “exigir la aplicación de políticas punitivas más severas”. Mientras, el dinero del narcotráfico nutre los grandes bancos.

4. En el momento en que la estafa “legal” financiera más grande de la historia, hecha por el gobierno de Mauricio Macri, se organiza como “Pacto de Caballeros”, asociar las palabras estafa y feminismo resulta una operación evidente de desprestigio, devaluación y criminalización sobre la autogestión de las mujeres ante la crisis, sobre la posibilidad de inventar e investigar tecnologías de complicidad y confianza. Justo cuando desde el movimiento feminista se problematiza la financierización de nuestras vidas como modo de disciplinamiento e incluso se inventan formas de autogestión financiera en los barrios, en las familias y en las organizaciones, se propagandiza que la estafa viene “desde abajo”. No nos parece casual que ahora que se dice ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos! en las calles y en los sindicatos, se enseña en los bachilleratos populares y se lo discute en las asambleas, vengan a reponer la imagen de las mujeres, trans, travestis y lesbianas como las nuevas sospechosas.

5. Buscando videos sobre el telar de la abundancia, aparece una “publicidad” de ‘inversor global’ que se llama “Doble o Nada ”, es el “CEO de la empresa de publicaciones económicas más leída de Argentina”: un varón blanco, que te propone un curso gratuito de inversor y que te promete multiplicar tu dinero y que es un sistema que funciona “siempre”. Esa retórica no parece esotérica, ni genera suspicacias, simplemente porque no tiene la figura de la flor y porque el juego masculino del riesgo inversor tiene legimitidad. Frente a la estafa generalizada (legal) de las altas finanzas, se prepara el terreno para la prolferación de las bajas finanzas. Que allí se produzcan ilícitos, es una posibilidad más que evidente. No poner en primer lugar las situaciones de las economías domésticas por las que se llega a utilizar diversas formas de conseguir recursos es, como siempre, cortar el hilo por lo más fácil. La pregunta es por qué son estas dinámicas las que generan indignación, las que se generalizan bajo categorías como estafa, las que se infantilizan como engaño (por eso especialmente dirigidas a mujeres de bajos recursos o en situaciones desesperadas). Que el capital explote lazos de confianza y afectos no es novedad y tampoco suele ser repudiado. Que la atención y la persecución de la ilegalidad siempre caiga sobre el cuerpo de las mujeres parece que tampoco.

(De Página/12 – Por Verónica Gago y Luci Cavallero)

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