LAS DOS CARAS DE SANDRA PETTOVELLO: MINISTRA FAVORITA Y UN IMÁN DE PROBLEMAS

La titular de Capital Humano enfrenta una serie de crisis y tensiones internas que complican su continuidad en el gobierno. A pesar del respaldo presidencial, su gestión fue señalada por escándalos y conflictos. ¿Seguirá en el cargo?

Javier Milei no pudo despejar totalmente la incógnita sobre qué quiere hacer Sandra Pettovello. Su ministra “favorita”, amiga y habitante del segundo anillo de confianza, no terminó de digerir el malestar del escándalo de los alimentos vencidos y sobresueldos, y todavía mantiene activa la idea de dejar su cargo en el gobierno. Se sumó al mal clima el duro fallo de la Camara Federal que confirmó la cautelar de Casanello, que ordenó informar el stock de alimentos. Hasta acá, el respaldo explícito del presidente no alcanzó para convencerla de que siga.

“Sandra siente que el gabinete no la banca, que en el gobierno hay algunos que hablan mal de ella. Le apunta a Lule Menem, que es una forma de apuntarle a Karina Milei”, dice a Cenital una fuente libertaria y pone el dedo en la llaga al reactivar la tesis, una especie de mito urbano dentro del ecosistema Milei, de que no siempre lo que quiere Javier es lo mismo que quiere su hermana. La secretaria General de Presidencia, por su parte, también respaldó a Pettovello: “Es una de nuestras mejores ministras”, aseguró en IP.

La soledad que, se afirma, reprocha Pettovello, detonó una especulación: que la crítica periodística, especialmente en medios amabilísimos con Milei, sugiere que el “paraguas” protector que hay sobre otros actores no la incluye. ¿Fue por esa sospecha interna que la ministra cedió la táctica política-judicial a Leila Gianni, una funcionaria que conoció el 15 de diciembre, cuando, sin equipo, encontró soporte en la estructura residual del eliminado Ministerio de la Mujer?

En Casa Rosada dicen que la titular de Capital Humano está firme en su cargo y que tiene el apoyo del Gobierno. Repiten el libreto de que es “honesta” y paga el costo de “romper curros”. En las defensas -públicas y privadas- de Pettovello casi no hay referencias sobre lo que debería ser la esencia de un funcionario: capacidad para administrar un ministerio que concentra, salvo Salud, todos los renglones sensibles de una gestión de gobierno.

Entre las variables que circulan en el oficialismo una es especialmente sensible: supone derivar toda la gestión social en la ANSES para mutar del concepto de políticas sociales a política de ingresos. Es una propuesta que proponen, con matices, dirigentes sociales como Juan Grabois y consiste, por caso, en derivar fondos directos a los comedores sin compras masivas ni el stockeo en grandes cantidades de alimentos.

En la práctica, implicaría reducir al mínimo la Secretaría de Niñez y Adolescencia, nombre que se dio a lo que históricamente fue Desarrollo Social, donde estallaron dos bombas de racimo: la retención de alimentos –algunos que vencieron– y el affaire de los contratos a través de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), ONG con asiento en Madrid en la que tiene poder de decisión Andrés Delich, exministro de Educación de Fernando De la Rua.

Ministerio vacío

Sin esa área, Pettovello se convertiría casi en una ministra sin cartera. Trabajo, a cargo de Julio Cordero, sigue su dinámica y lógicas. Y Educación, que comanda Carlos Torrendell, opera fuera de su radar. Un dato refleja ese vacío. Diez días atrás, la ministra, Torrendell y el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro “Galleguito” Álvarez, se reunieron con un grupo de rectores para discutir sobre los fondos para funcionamiento de universidades.

A poco de empezar la charla, Pettovello comenzó con preguntas y planteos. Víctor Moriñigo, titular del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), objetó que las consultas que hacía la ministra se habían explicado muchas veces en varias reuniones. Pettovello se dio por ofendida, se paró, lanzó unas quejas y se fue. Nadie se preocupó por retenerla: podría especularse que la negociación funciona mejor, más aceitadamente, sin su intervención.

La estadística es cruel: las tres crisis que sacudieron al gobierno de Milei involucraron a Capital Humano, independientemente de si la ministra tuvo o no alguna relación con esos hechos. El autosalariazo que se otorgó el presidente derivó en la expulsión –aunque luego se comprobó que fue una excusa– del secretario de Trabajo, Omar Yasín. La mega marcha universitaria del 23 de abril se detonó por el mal manejo del diálogo con los rectores a través de Educación –que depende de Pettovello–. El doble escándalo de los contratos de la OEI y los alimentos vencidos también tuvo epicentro en Capital Humano. En la más amable de las acepciones, “la mejor ministra de la historia”, según el propio Milei, es un imán de problemas. En la más clásica, una usina de escándalos que dañan al mandatario.

Retroactivo, apareció otro conflicto que generó su ministra preferida: Carolina Píparo, diputada nacional por Buenos Aires y excandidata a la gobernación bonaerense, dio el paso final para abandonar el libertarismo, proceso que había iniciado cuando formó un bloque aparte de La Libertad Avanza. Ahora apuntó a los modos del espacio y la imposibilidad de tener diferencias y autocrítica. Píparo fue la primera víctima de Pettovello: había sido anunciada por Milei para estar al frente de la ANSES, pero la ministra amenazó con no asumir si le daban ese lugar a la diputada.

Liga criolla

El affaire Pettovello obligó a Milei a dejar la atmósfera de “la otra liga”, donde se codeó con los CEO de las principales empresas tecnológicas, y zambullirse en el barro de la gestión. Hizo todo un despliegue para, más que confirmar a la ministra, garantizarse que siga en su cargo. ¿Por qué no la deja ir? Varias razones: le resulta muy difícil conseguir reemplazo, lo entendería como una derrota política y el vínculo personal, de amigos, parece pesar más que su desempeño como ministra.

La vitalidad de Milei en Casa Rosada funcionó, de rebote, como un respaldo a Guillermo Francos, su flamante jefe de Gabinete. Una fuente libertaria lo explica al revés: su ausencia en las reuniones de gabinete eran una forma de castigar a Nicolás Posse. El saliente jefe de ministros es un espejo en el que Pettovello podría ver su futuro: Posse era el “amigo” de Milei, la figura que puso en el lugar de más poder real en el gobierno y, a los cuatro meses, por las razones que sea, dejó de hablarle y lo eyectó sin tener –se asegura en el Gobierno– una conversación con él.

Francos tuvo, a poco de arrancar, un primer tropiezo monumental: su perfil dialoguista no le alcanzó para evitar que se junten 162 diputados para votar una fórmula jubilatoria que, si cumple con lo que dijo, Milei vetará. Esto posiblemente le implique pagar un costo político. Los memoriosos no encuentran, al menos en las últimas tres décadas, ejemplos en los que el oficialismo haya perdido una votación por tanta diferencia. “Vimos 160 y nos congelamos: ¿sabés cuántos votos se necesitan para un juicio político?”, disparó toxicidad un diputado ante Cenital.

Cenital

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