La decisión de la Junta Electoral del partido de sacar de la cancha a Ricardo Quintela hizo realidad el deseo de La Jefa: que no hubiera competencia interna.
CFK, presidenta a lo Cristina: La Jefa va por el PJ, pero sin interna, tituló Letra P hace 20 días, cuando Cristina Fernández de Kirchner hizo el acting de ceder ante el operativo clamor que ella había impulsado para presidir el PJ, pero con la condición de que no hubiera competencia interna. Este domingo, la Junta Electoral del partido hizo realidad su deseo al sacar de la cancha a la lista del retador, Ricardo Quintela, por deficiencias en la documentación que el gobernador riojano niega.
“Estoy dispuesta a aceptar el desafío de debatir en unidad”, había dicho la expresidenta en una carta que publicó en las redes sociales, con lo cual sus deseos, que todavía para una gran porción del peronismo son órdenes, se cumplieron, aunque, en rigor, a medias.
A menos que las cosas cambién en otros escritorios -los de la Justicia ordinaria, a donde irán a protestar este lunes los apoderados de “Federales”, la nómina que encabeza Quintela-, el próximo 17 de noviembre habrá elecciones en el Partido Justicialista, pero con una sola lista que no sólo no representará al conjunto del peronismo, sino, ni siquiera, a todo el kirchnerismo.
En pleno proceso de emancipación del liderazgo hegemónico de CFK, Axel Kicillof no participa ni ha apoyado explícitamente a “Primero la Patria”. No es poco dato: el gobernador de Buenos Aires, que tiene un proyecto presidencial que requiere el control pleno de ese bastón de mariscal que Cristina ofreció pero no está dispuesta a ceder del todo, salvó la ropa del peronismo en las elecciones de 2023 cosechando 4,3 millones de votos, el mayor capital político que pueda exhibir hoy una figura de la oposición.
El dedo eterno de Cristina Fernández de Kirchner
El aparente fracaso de la interna que el riojano Quintela y la dirigencia que lo acompaña, nutrida por los sectores que vienen intentando quebrar la hegemonía cristinista desde diciembre de 2015, incluido el albertismo residual encabezado por Victoria Tolosa Paz, confirma una regla del peronismo que no ha sido virtuosa: la democracia interna no es un método que entusiasme mucho a las huestes de Perón y en esa tradición se inscribe La Jefa, que no parece haber cambiado de idea ni siquiera a la luz de la cadena de tropiezos que ha producido. A saber:
– En 2015, cuando se quedó sin chances de buscar una segunda reelección -se lo impedía la Constitución-, en el peronismo se largó una carrera por la sucesión que la entonces presidenta fue achicando a fuerza de duchazos de humildad. De ese proceso surgió el renegado Florencio Randazzo: en su dedazo final, Cristina bajó a su ministro del Interior y ungió a Daniel Scioli. El candidato, sin embargo, no era el gobernador de Buenos Aires, sino el proyecto. Perdieron los dos y, al cabo de los cuatros años de Mauricio Macri en la Casa Rosada, había perdido el país.
– En 2019, sin ella no se podía, pero con ella sola no alcanzaba. Dedazo inesperado: “Le pedí a Alberto Fernández que me acompañe en la fórmula presidencial”. La jugada magistral salió bien en las urnas, pero mal en la gestión: Cristina quería a Alberto en el gobierno, pero a ella en el poder. La experiencia del Frente de Todos fue desastrosa y al cabo de cuatro años el país había vuelto a perder.
– En 2023 le pidieron una más. Ella dejó hacer, pero al final se corrió, ofreció el bastón de mariscal y terminó abortando, de un nuevo dedazo, la competencia interna que proponía Scioli a la cabeza del albertismo resiliente. Entre las cuatro paredes de su despacho del Senado, bajó a su señuelo Wado de Pedro y consagró a Sergio Massa, otro extranjero del kirchnerismo, esbirro del establishment según la fanaticada liderada por Juan Grabois. Unión por la Patria perdió en las urnas y dejó al gran pueblo peronista a merced de la ultraderecha y su ajuste más grande la historia de la humanidad. Al cabo de apenas seis meses, el país ya perdía como en la guerra: el 52,9% era pobre.
Hay un argumento atendible que empuñan quienes rechazaban la posibilidad de celebrar unas elecciones para definir la presidencia del partido: en medio de las penurias que viven enormes porciones de la sociedad golpeadas por el ajuste más grande de la historia de la humanidad que aplica Javier Milei, el principal partido de la oposición jugando a las internas podría resultar un espectáculo desagradable.
No habrá interna, finalmente, pero el show de miserias que de todos modos ha montado el peronismo no parece ser la vidriera más atractiva para esas multitudes desesperadas.
El espejo uruguayo del peronismo
Mientras tanto, al otro lado del Río de la Plata, en Uruguay, el Frente Amplio intentaba recuperar el poder después de los cinco años del gobierno derechista de Luis Lacalle Pou. Aunque deberá enfrentar un ballotage complicado, se imponía con una fórmula integrada por el ganador y la perdedora de las elecciones internas que, al revés que en el peronismo, son la regla en el progresismo oriental.
Letra P