Argentina llegó a 100000 muertos por COVID
Pese a las medidas adoptadas por el gobierno nacional para reconstruir el sistema sanitario en tiempo récord y el plan de vacunación más importante de la historia, una oposición tan dañina como inútil y un sistema de medios hegemónicos, conspiraron contra los esfuerzos oficiales para poder lucrar con la triste noticia. También una sociedad “ombligocéntrica” que aportó su grano de arena en la tragedia.
“Que mueran los que tengan que morir”. La frase de Mauricio Macri al Presidente de la Nación, Alberto Fernández, es el resumen perfecto de la postura que decidió tener la oposición en la lucha contra el coronavirus. Desde el aval a las marchas contra las restricciones que intentaban frenar los contagios, a las movilizaciones a Formosa (que quebraron el increíble dispositivo sanitario que había logrado que, un solo formoseño hubiera muerto tras -más- de un año de pandemia), la oposición militó la muerte.
El apoyo y “fogoneo” de los medios hegemónicos permitió escenas dantescas, como ver al hijo de Leuco festejar haber alcanzado los 10000 muertos o a Eduardo Feinmann decir que nadie le va a coartar su libertad cuando días después, caía víctima del virus. También otro hijo, Wiñaski, sollozar porque no podía ver a su sobrina recién nacida, cuando el pueblo se debatía entre el miedo al contagio y llorar sus muertos. Párrafo aparte para Viale hijo, quien militó y milita el odio, perder a su padre, Mauro (quien era un defensor de las medidas preventivas) por acción del COVID-19. Y para cerrar recordar a Viviana Canosa beber un líquido que decía ser CDS, que generó la muerte de un menor porque sus padres le hicieron tomar la recomendación de la “show-woman” televisiva.
También la responsabilidad de los muertos recae sobre Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, quienes nunca reprimieron las marchas anticuarentena y promovieron aperturas, cuando todos los indicadores mundiales llamaban a mantener restricciones (para aplanar las curvas de contagios). Patricia Bullrich, Mario Negri y sus marchas de odio, generaron contagios y sobre todo violencia. Una violencia en forzar al otro a padecer el avasallamiento de los controles sanitarios, de las medidas preventivas que hoy nos encuentran contando la pérdida de 100000 argentinos.
También corre con responsabilidad la campaña antivacunas promovidas por pseudocientíficos como Sandra Pitta y Chandra Bartolino y puestas en escena por impresentables de la talla de Fernando Iglesias, Elisa Carrió, Paula Olivetto, Graciela Ocaña que pasaron de denominar veneno a las vacunas, a reclamar por la falta de las mismas, e incluso de robárselas. Pese a que la justicia saldó esa locura y puso claridad en que no hubo delito, el daño de generar dudas en la población, permitió la muerte de quienes, teniendo turno para vacunarse no lo hicieron y se contagiaron del coronavirus.
También podemos hablar del Ministro Correntino que retiró 900 vacunas del depósito -sin documentación ni manteniendo cadena de frío adecuada-, que de no accidentarse en sentido contrario a donde dijo ir, vacunas para quienes habitan la Argentina, hubieran continuado vendiéndose en el mercado negro paraguayo, él también es responsable de lo sucedido.
La responsabilidad de haber perdido gente sin comorbilidades, fue por la circulación. Una circulación que, de haberse detenido a tiempo (con las responsabilidades que le caben a los responsables de cada distrito), hubiera generado muchas muertes menos. La presencialidad escolar en distritos superpoblados con altos índices de incidencia, como CABA o Mendoza, facilitó el contagio y muerte de personal docente, auxiliares y directivos de escuelas. Esa responsabilidad es de personajes como Soledad Acuña, Ministra de Educación de CABA que militaron y judicializaron que los niños y personal del colegio queden expuestos al coronavirus gratuitamente.
Pero también estos personajes son productos emergentes de una sociedad que los cobija. El “surfer” que recorrió 400 km hasta Pinamar, la señora que se reunió a tomar mate y mostrar las fotos de su viaje a Italia, las fiestas clandestinas, la quema de barbijos, las penurias de la panelista, famosa por ser la mujer de un ex futbolista, que culpa a los pobres de los contagios y que no le permiten volver de sus vacaciones en Miami. Vacaciones que tomó en plena pandemia y firmando una declaración jurada que aceptaba los riesgos de quedar varada. La diva que abandona el país, cansada de las restricciones, que se contagia de COVID-19 y debe ser trasladada al país (de la que decidió dejar de ser ciudadana) para que le salven la vida.
Esa sociedad también es responsable de los 100000 muertos. Y no nos podemos hacer los “boludos”. Si no empezamos a condenar con fuerza estas actitudes y pedir que les caiga todo el peso de la ley a quienes infringen las normas, nos esperan muchos muertos más. Casos como el palermitano, que violó la restricción estando contagiado de la variante Delta, es algo que no debe quedar impune. Poner un ejemplo claro y duro sobre el mismo, es comenzar a transitar un nuevo camino en el manejo de la Pandemia.
Datos de la última encuesta realizada por la Universidad de La Matanza, muestra que el gobierno cuenta con un 52% de conformidad en el buen manejo de la pandemia, cifra que crece al 62% de aprobación en lo que refiere a la vacunación contra el COVID-19. Medidas punitivas para cuidar la salud pública, no es algo que sea imposible de llevar a cabo.
Pero más allá de marcar las responsabilidades de los actores sociales y políticos, hay que reparar en las 100000 familias que fueron destrozadas, algunas con más de un caso por hogar. Familias que no se volverán a juntar. Espacios que quedarán vacíos. Todos tenemos un familiar, un amigo, un vecino y un conocido que ya no está por esta tragedia. Y esa es la responsabilidad que nos atañe como sociedad. Evitar que antes de fin de año, esta pesadilla se acabe para siempre. Anotar a aquellos que aún no se han anotado para vacunarse, seguir las recomendaciones de los ministerios de salud. Fomentar la virtualidad escolar y laboral hasta que sea seguro retornar a las aulas, los espacios laborales y los medios de transporte. Generar lazos virtuosos de responsabilidad social: no mirar para otro lado. Involucrarse. Tenemos todo para que 2022 sea el año de volver a la normalidad. De nosotros depende que no tengamos que conmemorar otros 100000 argentinos que ya no estén.
Rodrigo Mas (Argentina Informada)