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RELACIONES CARNALES 2.0: LA ARGENTINA BAJO TUTELA NORTEAMERICANA

En una semana para el olvido, el Gobierno recibió una doble marcada de cancha desde el norte: el aspirante a embajador estadounidense adelantó la injerencia que tendrá en la política doméstica y el FMI puso reparos a los logros económicos del relato oficial.

Quien haya elegido a Peter Lamelas como futuro embajador de Estados Unidos en Argentina debe saber que el diplomático tiene la necesidad de expresarse como si la globalización no existiera, y que, en tiempos de permanentes brusquedades, ventilar estrategias geopolíticas no tendrá consecuencias que, en otro momento de la historia, podrían haber derivado en un conflicto diplomático.

Lo cierto es que, frente al Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense Lamelas aseguró el martes pasado que recorrerá las provincias argentinas para “vigilar que no hagan acuerdos con los chinos” y que se asegurará “de que Cristina Kirchner reciba la justicia que bien merece”. “Hay 23 provincias y cada una tiene su propio gobierno, que puede negociar con fuerzas externas y eso también puede prestarse a la corrupción por parte de los chinos”, dijo entusiasta y agregó que “mi papel es seguir apoyando a Milei durante las elecciones de mitad de mandato para poder construir una mejor relación entre nuestros dos países”.

En 2010 WikiLeaks filtró más de 250.000 cables diplomáticos de Estados Unidos, comunicaciones confidenciales entre el Departamento de Estado y sus embajadas en todo el mundo. Estos documentos revelaron información sobre las relaciones diplomáticas, las políticas exteriores y las operaciones de inteligencia de Estados Unidos. ¿Qué decían esos cables? Exactamente lo mismo que dijo Lamelas, salvo que esta vez lo dijeron públicamente y no midieron las consecuencias o, en sintonía con el gobierno de Javier Milei, designaron a un diplomático demasiado sincero o poco lúcido.

A través de un comunicado, China salió al cruce y en cuatro renglones introdujo filosofía, historia y moral para cuestionar la injerencia de Estados Unidos: “Las declaraciones de concerniente personalidad estadounidense están plagadas de prejuicios ideológicos y de mentalidad de Guerra Fría basada en el juego de suma cero, lo que no hace más que provocar una sensación de inquietud ante el posible resurgimiento de la Doctrina Monroe. Esto contradice y se opone a los ‘valores democráticos que tanto proclaman».

La posición de la Casa Rosada se demoró dos días hasta que el vocero Manuel Adorni minimizó las declaraciones de Lamelas aduciendo que se trataría de una opinión personal: “Esas palabras corren por su cuenta”, dijo. China es el segundo socio comercial de la Argentina, país al que, además, se le debe por un swap el equivalente a cinco mil millones de dólares que, si Beijing exigiera su pago inmediato, la economía argentina colapsaría. No hubo ningún cuestionamiento sobre la soberanía argentina ante los dichos del “cubano de nacimiento, Estadounidense legalmente por la gracia de Dios”, tal como se suele presentar Lamelas quien quizás sea el próximo embajador norteamericano en nuestro país.

La negación del gobierno argentino al sincericidio norteamericano tiene miles de explicaciones pero una central, la subordinación absoluta al Fondo Monetario Internacional y a la gestión de Donald Trump.

Más allá de los reiterados viajes de Milei a Estados Unidos – literalmente viajó más al norte del hemisferio que a las provincias que gobierna – para recibir premios desconocidos pero con la finalidad de posicionarse como vanguardia de la derecha global en lo que denomina “batalla cultural”, el esquema del gobierno libertario está ligado, tanto en defensa como en inteligencia, a los Estados Unidos e Israel. Y, por supuesto, a la cuestión económica: en abril de este año el Fondo Monetario Internacional aprobó el desembolso de USD 20.000 millones para Argentina.

“Argentina y Estados Unidos comparten una tradición basada en la libertad, la defensa de la vida y la propiedad privada”, dijo sin sonrojarse el presidente Milei el año pasado cuando encabezó junto a la comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, General del Ejército Laura Richardson, la firma del convenio por el cual se incorporó un avión Hércules a la Fuerza Aérea Argentina.

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La perforación de los Estados Unidos hacia nuestra soberanía no es una cualidad de este gobierno. Ya en 1945, el embajador norteamericano Spruille Braden instó públicamente a votar contra el General Juan Domingo Perón, quien utilizó la consigna “Braden o Perón” para derrotar la intromisión norteamericana en las urnas.

Varios años después, los cables desclasificados de 1976 revelaron que el entonces embajador en Buenos Aires, Robert Hill, fue una figura central de la implicación estadounidense en el golpe militar contra Isabel Perón perpetrado por el general Jorge Rafael Videla que dio paso a la dictadura cívico militar que asesinó a 30.000 personas. Los cables publicados indican que Hill elaboró un informe con los planes de los golpistas para el entonces secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, y que participó de reiteradas reuniones con el genocida almirante Emilio Massera.

Más acá, durante el gobierno de Carlos Menem, se priorizaron las “relaciones carnales”, denominación que se popularizó a partir de una frase del canciller Guido Di Tella. Ese posicionamiento fue de la mano del “Consenso de Washington”, que implicó para países como Argentina reformas estructurales que incluyeron medidas de ajuste fiscal, privatizaciones de empresas estatales, despidos masivos, reducción de las plantillas de personal del Estado, y el seguimiento y supervisión de las políticas económicas por parte del FMI y el Banco Mundial. Exactamente lo mismo que ocurre en la actualidad.

Como recordábamos más arriba, la gravedad de las revelaciones de documentos secretos de Estados Unidos por WikiLeaks, también afectó a la Argentina apuntando hacia el gobierno de Cristina Kirchner. Un cable del Departamento de Estado de diciembre de 2009 y enviado a la embajada en Buenos Aires pidió informes sobre su salud mental, su ansiedad y cómo afectaba su proceso de toma de decisiones. También se recuerda el escándalo de las valijas de Antonini Wilson donde un cable aseguraba que “gracias al rápido trabajo del Estado, la Justicia y el FBI para revisar y aprobar nuestro proyecto de orientación sobre el tema, nos permitió transmitirle nuestra historia a un grupo cautivo de periodistas argentinos”.

Fiestas en la embajada, espías y sumisión monetaria es la particular metodología que la mayoría de los gobiernos, desde el retorno de la democracia, no han querido despegarse ante la crisis económica que no desacelera desde hace 50 años. El gobierno de Milei no sólo no es la excepción sino su máximo expresión.

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Ante la fuga de dólares, reservas en rojo y la advertencia del FMI, la economía entró en zona de colapso. Esta semana pasó de todo. Primero, el organismo internacional le advirtió al gobierno que el tiempo para hacer los cambios se acaba a pesar de ciertos «logros técnicos», las reservas siguen siendo negativas y la dependencia del endeudamiento externo es cada vez más crítica.

Según el propio FMI, el tipo de cambio está subvaluado y distorsiona gravemente la economía real. Esto genera una salida brutal de divisas, en parte por el turismo (Argentina perdió más de 10.000 millones de dólares) y las importaciones que vacían el Banco Central. Sin embargo, el jueves pasado, el FMI salió de nuevo al rescate al anunciar que se alcanzó un «acuerdo a nivel técnico» con la Argentina, un paso indispensable para el desembolso de 2.000 millones de dólares que el Gobierno espera con desesperación.  

La realidad económica indica que ya se fugaron 5.300 millones en solo 45 días. Es decir, el 44% del desembolso se evaporó sin dejar una escuela, un hospital ni un puente. «El problema es que estos 18 meses tuvimos que usar las reservas para pagar deuda», dijo Luis Caputo. Es decir, para pagar su propia gestión anterior.

Subidos a estas nuevas “relaciones carnales”, en Casa Rosada no le temen a los aranceles que quiere imponer Estados Unidos porque se resguardan en la relación que mantienen Milei y Donald Trump. Incluso confían en que la administración norteamericana privilegia una alianza estratégica, más apuntalada en la batalla cultural que en cuestiones comerciales, en un escenario regional atravesado por los conflictos políticos con Brasil, México y Canadá.

El “sincericidio” de Lamelas no fue un accidente, sino una advertencia. Milei se sostiene porque Estados Unidos lo respalda – financiera e ideológicamente – y mientras ese respaldo continúe, podrá seguir promoviendo sus ajustes, sus festivales libertarios y su alianza con la ultraderecha internacional. Pero como bien sabemos todos, en algún momento el chorro se corta.

canalabierto.com.ar

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