El peregrinar vital y autoconvocado a San José 1111, en una reunión de abrazos en convención alerta por la nueva versión femenina del “tirano prófugo”.
«Las esquinas se parecen,
aun siendo de otro color…»
(José Mármol y Tarija, milonga murgueada,
de un servidor con Juan Carlos Cáceres)
Cuestión de esquinas, parece.
Las memorables son iluminadas por el ojo indescifrable del tiempo en un rincón perfumado de madreselvas trepadoras que abrazan los destinos humanos en silencio. Una murga en su llegada fascinante, desfilando en un pasillo suburbano como luciérnagas de lentejuelas.
Hace un tiempo, que no es tanto tal vez para quienes estamos en la madurez, alguien escribía lo siguiente: «En este calefón sobre la mugre la biblia está caliente casi roja, el siglo veinte apunta cambalache y el árbol de la fe se nos deshoja».
Y era el tiempo de la llegada del neoliberalismo artero e impiadoso de los años ’90, que nos arrasó, barriendo con todo a su paso en las esquinas.
Creo que finalmente lo que se deshoja, pandemia mundial mediante, primera, y pandemia criolla actual, segunda -y nos aclaramos bien-, víctimas de un orden mundial que antes y después de estos virus, nos repasó por la espalda, con una esponja de lata, el jabón de la espuma trucha ya caducado.
De todos modos lo que no se marchita es la fe y la resiliencia, junto con la necesidad de no dejar hundirse a la golpeada comunidad desorganizada.
Y pongo por reflejar lo expuesto, al peregrinar vital y autoconvocado a San José 1111, en una reunión de abrazos en convención alerta por la nueva versión femenina del «tirano prófugo».
En este caso, expuesta a la vista y con ritmo popular desde un balcón a la calle sin necesidad de puertas de hierro.
Referencio también y, a pesar de intentar correrle el arco esquinero, a esa esquina de Segurola y Habana, otro templo inolvidable del deseo nacional y popular, que sobrevive a prueba de tanto odio trasvasado que habita sin solución de continuidad en su fuente. Esa que en lugar de agua, parece estar desbordante de un ácido corrosivo que les consume, subiendo desde las patas hasta el cerebro, sin tener la satisfacción de la paz y ni un grito de corazón para nadie.
Nunca celebrarán la vida misma, no cantarán por el amor y la igualdad y menos se dejarán llevar por la maravillosa música que encarnó el Diego poniendo cuerpo y alma, ¡todo junto!, inmolado en el fuego de los señalados para siempre, en esas esquinas de las que la mordisquita runfla carecerá, necesitando en la historia siempre un GPS salvador mirando al Norte aunque vivan en Devoto del lado de afuera.
De nuestro lado, con pocas armas a la vista nos debemos enfrentar.
Y uno piensa en lo poco que significa aparentemente ante este monstruo, la humilde confianza guerrera de «el amor y la igualdad» que pregonamos a encendida voz. ¡Verdaderamente qué poco parece! Y encima que nos puedan manejar con métodos mediáticos… Que nos postergan en un tik tok infernal, hasta al asombro que ya creíamos perdido.
Las escaleras están amontonadas de gente enlutada o aterrada y el ascensor ya no aguanta su propio peso de ambiciones, rupturas, con el lastre que significa reinventar tirando para donde se pueda lo que sobra debajo y por alrededor, allí estábamos y estaremos aun naufragando, a flote y como sea, nosotros: la comunidad toda.
Ante todo este circo en donde somos las fieras cansadas y perdidas que podemos quedar a la intemperie circulando ante el sistema que ya no tiene dueño y es una clase de virus sin vacuna, nos damos cuenta al fin y al cabo, que tan poco nos hicieron valer en estos años de sometimiento. Y creo que a la vista, aquello tan humildemente pretencioso y nacional como popular de la comunidad organizada y el grito de rabia que lleva en si hoy, la presencia de la ausencia inalterable de su origen cantado y que aunque aun seamos islas flotando aparentemente sin rumbo, probablemente esa presencia se convierta en bandera de una nueva oportunidad histórica, abrevando con magia en las esquinas poderosas de balcones sin rejas.
Confluyen aquí pues, Segurola y Habana con San José 1111, en el puente no tan imaginario del mandato popular contemporáneo, y nuevamente con las patas peregrinas en la fuente, apretando los dientes, con nuestros dioses paganos de manos justicieras y sus diosas con tobilleras alumbrando las esquinas que se parecen tanto y no lograran hacer desaparecer ni gatillando, gambetas que los deja perdidos en la historia, sin calles y sin ruta…
¡Aguanten las esquinas!
Beso de esquina y abrazo de cancha.
Tiempo