Esta, la 298, es la última entrega de #OffTheRecord. Como bien sabés –y, lamentablemente, ocurrió en más de una ocasión– si la realidad llegara a imponerse de manera extraordinaria habrá algún envío de emergencia, pero, entre nosotros, esperemos que no. En este sentido –y de no mediar ninguna distorsión–, a esta altura de la semana que viene voy a dar algunas precisiones de qué haré y qué no el año que viene. Si el tono de los mensajes de fin de año fue siempre más autosuficiente y sostenido en la confianza mutua, probablemente en este te pida un apoyo y una comprensión particular.
Cenital tuvo durante este año, a pesar de las dificultades, un crecimiento de marca y de audiencia muy importante. Probablemente seamos el único medio en su especie ya que reúne –de manera conjunta– producciones escritas –que permiten desarrollar el conocimiento que cada autor y autora tiene sobre su materia en específico–, audiovisuales –el canal, que tendrá, también, novedades el año que viene– y de relación directa con su comunidad como los talleres o el encuentro del 17/12 en el que espero verte si formás parte de nuestro círculo de Mejores Amigos.
Nuestro objetivo, como quedó claro estos años, no es el de la popularidad –sino no haríamos especiales sobre biotecnología, reforma fiscal, la crisis en Sudán del Sur o sobre el conflicto entre Irán e Israel de manera obsesiva (?–, pero, aún así, logramos instalarnos en la discusión. Un socio –y posteriormente amigo– me enseñó a no relatar las fortalezas de uno en detrimento de las presuntas falencias de otro. Cada uno y una de ustedes sabe cuál es el diferencial de Cenital y si encuentra en otro lado el nivel de profundidad y detalle sobre los problemas que hacen al presente y futuro de nuestro país.
Así y todo, obtuvimos premios como los Oscar R. Cardoso a los mejores artículos en Política Internacional y también nos nominaron a los Martín Fierro de streaming que tendrán lugar el domingo 14/12 a la noche y serán transmitidos de manera conjunta por Olga y Telefe. Si bien, por más lugar común que sea, el mayor reconocimiento para nosotros es el empuje de ustedes y el apoyo a nuestro proyecto –que intentamos honrar de las maneras conocidas y habrá otras en las próximas semanas–, acá se impone la misma lógica que en cualquier vertical de la vida: ganar es mejor que perder.
Resta que nos encontremos una vez más en el correo de fin de año, pero no quería dejar –en este espacio: el mío, el nuestro– agradecerles por el acompañamiento, la predisposición al debate, la tolerancia al disenso y la paciencia por una lectura que más de una vez –esta, probablemente, sea una de ellas– a veces se torna muy farragosa. Buenas cosas para ustedes y gracias nuevamente.
Y ahora sí, ¡argentinos, a las cosas!
Napoleón aseguraba que, entre tener buenos generales y generales con suerte, elegía a estos últimos. Javier Milei hubiera sido, de acuerdo a esa métrica, un general destacado en los ejércitos napoleónicos. Su capacidad para beneficiarse directamente de acontecimientos que no controla, de estar en el momento y en el lugar indicados, de ver pasar los errores ajenos y encontrarse en posición de aprovecharlos, de capitalizar descontentos que no provocó y de hacer apuestas arriesgadas y lucrar con que se cumplan de acuerdo a sus preferencias fueron marcas constantes de los más de dos años transcurridos desde que se convirtió en el inesperado ganador de las PASO en agosto de 2023.
La Estrategia de Seguridad Nacional que acaba de publicar el gobierno de los Estados Unidos de América es el último de los ordenadores políticos exógenos que se alinea con las preferencias del oficialismo y provee un racional a una estrategia, a priori, muy cuestionable. Con una alta probabilidad, asistencias como la recibida del Tesoro –ya extraordinaria y decisiva en las elecciones– se fortalezcan y encuentren instancias permanentes y semipermanentes de ayudas vinculadas al interés vital norteamericano.
La Estrategia dada a conocer la última semana constituye la hoja de ruta de la defensa y la política exterior estadounidenses, y se actualiza normalmente una vez por cada administración. El documento introduce cambios de primer orden que incluyen un foco interno en la cuestión migratoria como una prioridad absoluta y la definición del continente americano como el ámbito privilegiado de la construcción hegemónica estadounidense, priorizando por encima incluso de otros puntos del globo considerados estratégicamente más importantes durante mucho tiempo, como el sudeste de Asia, Medio Oriente y el continente europeo.
El documento deja en claro que el gobierno de Trump perseguirá y promoverá el alineamiento político de los gobiernos de la región con las prioridades e intereses norteamericanos, no sólo estructurales sino coyunturales, y que su gestión está dispuesta a invertir parte de sus recursos materiales y simbólicos en garantizar ese alineamiento. La formulación en este sentido es sorprendentemente explícita. El “corolario Trump” a la Doctrina Monroe define los objetivos continentales en cinco grandes prioridades. Evitar los grandes flujos migratorios hacia los Estados Unidos, cooperación en materia de crimen organizado, evitar la presencia de “actores foráneos hostiles” –el argot para decir China– en locaciones estratégicas o como propietarios de infraestructuras clave, sostener cadenas de suministro críticas y asegurar el acceso a puntos estratégicos nodales.
Sobre estas preferencias, se elaboran algunas herramientas concretas que permiten concluir que la asistencia adicional del FMI con fondos frescos y, posteriormente, la extraordinaria del Tesoro, probablemente vayan a ser sostenidas, aumentadas y complementadas, al menos, durante los próximos dos años. En primer lugar, señala que la Administración va a “recompensar” a los gobiernos, partidos políticos y movimientos alineados con su estrategia. Junto a ello, señala un herramental que involucra no sólo al gobierno norteamericano sino también al sector privado y los organismos multilaterales de crédito. La eventual refinanciación de vencimientos con el FMI en un escenario de vuelta a los mercados aparece plausible en un contexto en que los Estados Unidos menciona expresamente los más de 1,5 billones de dólares de activos de los organismos multilaterales como una herramienta claramente geopolítica, que debe utilizarse para contrarrestar el peso de China en el Sur Global. Del mismo modo, es imposible no relacionar la mención a “los mercados de capitales más profundos y eficientes del mundo” y la intención de utilizarlos para que los países de ingresos bajos “creen los propios y se aten al dólar” con la intención oficial de cerrar acuerdos con grandes bancos y otros actores del sector financiero para cubrir las necesidades de financiamiento sin acumular reservas.
Las prioridades estadounidenses en materia de energía y cadenas de suministro que surgen de la estrategia también se alinean con las de los sectores dinámicos de la economía argentina. Las inversiones privadas en sectores clave –y el objetivo de desplazar de allí a China– podría redundar en asistencias gubernamentales para la adquisición y desarrollo de activos en sectores extractivos. El sector minero, particularmente, donde los Estados Unidos identificaron el litio y el cobre entre los minerales “críticos” podría beneficiarse del envión norteamericano. Vaca Muerta aparece también como beneficiaria, no sólo por el objetivo de localización de inversiones en países aliados, sino por el activo desprecio de la administración Trump por la agenda de combate al cambio climático y reducción de emisiones. La estrategia de “predominio energético” estadounidense menciona la energía fósil y deja de lado las tecnologías limpias, con la sola excepción de la nuclear, lo cual alivia la presión sobre el desarrollo de los recursos no convencionales a nivel local.
El marco termina de dar coherencia a otras decisiones cuestionadas por distintos motivos. Esta semana, Argentina comenzó a recibir los primeros F-16 procedentes de Dinamarca. Las ofertas que cumplían los mínimos requisitos que necesitaba el país en la recuperación de sus capacidades aéreas ofensivas eran la danesa-estadounidense y la china-pakistaní, con los aviones JF 17. En un contexto en que los Estados Unidos vuelven a priorizar el continente americano y manifiestan como prioridad mantener a raya la presencia de actores extracontinentales, ¿podía la Argentina quedar expuesta a una relación de largo plazo con China en una de las áreas –la militar– más sensibles para los Estados Unidos? ¿Qué hubiera significado para Malvinas un alineamiento de Argentina con China en materia de suministro militar en un contexto en el que el acceso antártico o el Atlántico Sur se convierten en prioridades expresas estadounidenses? ¿Hubiera aumentado la disuasión sobre el Reino Unido que Argentina adquiriera unos pocos aviones con sistemas inmunes a cualquier veto británico si alineaban más profundamente a británicos y norteamericanos en Malvinas? Cualquier cuestionamiento técnico a la compra que se concluyó debería abordar esta situación que, probablemente –y en un contexto mucho menos consecuencial que el actual– fue lo que llevó al gobierno anterior a no avanzar en la compra de los aviones de combate chino-pakistaníes.
Para el Gobierno argentino, el desafío es convertir esta compra –cuya mayor significación es devolver capacidades, pero que de ninguna manera y con ninguna oferta iba a restablecer por sí sola los equilibrios regionales perdidos por la desinversión en defensa– en una relación provechosa de largo plazo. Aparecen ventanas inéditas. La Estrategia resalta las prioridades de los Estados Unidos en beneficiar a sus empresas con contratos gubernamentales, una disposición que ya avanzó sobre resquemores de aliados. Los anuncios sobre acuerdos para la venta de los aviones F-35, la última generación de aviones de combate, a Arabia Saudita y la posible re-inclusión de Turquía en el programa, aún contra las protestas y pataleos israelíes muestran una administración estadounidense cuyas prioridades son distintas a las que estamos acostumbrados, y un nuevo esquema de riesgos y oportunidades que lo acompañan.
La contracara de las oportunidades que presenta la nueva mirada estadounidense aparecen en las relaciones con los otros dos principales socios de nuestro país: China y Brasil. El listado de problemas potenciales, particularmente con un gobierno que elige llevar el alineamiento hasta el punto de la sobreactuación, es grande. China ejerció agresivamente la diplomacia económica y podría reaccionar ante cualquier exclusión expresa, mientras que Brasil podría responder ante medidas que posterguen frente a los estadounidenses las ventajas que otorga el Mercosur.
China tiene como mínimo un potencial similar al estadounidense –si no mayor– en inversiones en sectores extractivos. Brasil se mantiene como el destino casi excluyente de nuestras exportaciones industriales. Nuestro vecino mayor aporta además el ejemplo de una política exterior equilibrada que muy posiblemente aparezca en condiciones de anunciar en las próximas semanas su propio acuerdo con Estados Unidos, sin ninguna de las contrapartidas locales. Con todo, ninguno de esos riesgos aparece en el horizonte de corto plazo y, en cambio, las preferencias del gobierno de Trump parecen haber dotado de un racional a una estrategia que en los papeles, no tenía beneficios claros.
El viento de cola externo, junto a los ecos institucionales del éxito electoral alimentan las mirada eufórica de un gobierno que –parado sobre el ajuste y la baja de la inflación– considera que los grandes nudos que ataban a la macroeconomía argentina a la crisis y volatilidad permanente fueron saldados y que es, por lo tanto, momento de reformas a nivel micro, que bajen los costos de las empresas. La receta para el crecimiento en el año se articulará sobre agendas como la reforma laboral, las desregulaciones y adaptaciones legales como la que se dispone a votar la Legislatura mendocina para permitir la minería en su territorio. Más allá del acierto o desacierto de cada iniciativa –y la prohibición de la minería en algunas provincias con potencial se encuentra entre los daños autoinflingidos más difíciles de explicar que existen en Argentina– el diagnóstico encuentra problemas en su premisa.
La inflación, cuya baja es innegable, se encuentra estancada en su reducción desde hace casi medio año y la suba de alimentos amenaza incluso con revertirla coyunturalmente. El sector externo presenta problemas obvios que sólo podrían considerarse superados si hubiera garantías de que la asistencia estadounidense va a transformarse de stock a flujo en los años hasta la consolidación de Vaca Muerta y algunos proyectos mineros; caso contrario, la falta de reservas vuelven al país obviamente vulnerable a cualquier percepción hostil, ya sea sobre el plan de gobierno o sobre las posibilidades de la oposición, como se vio en las semanas anteriores a las elecciones, cuando en julio el dólar comenzó a subir producto de debilidades en la política oficial y esa suba se convirtió en estampida tras las victoria del peronismo bonaerense en septiembre.
Incluso si la inflación retomara su baja –y se pudiera contener el sector externo– los indicadores de actividad vinculados al consumo en los centros urbanos se encuentran estancados o en caída, mientras las actividades industriales sufren enormes problemas producto de la apertura y la apreciación cambiaria. En el mejor de los casos, el Gobierno administrará una economía de dos velocidades, donde los sectores extractivos reciben inversiones y mejoran condiciones, el agro se beneficia de una cosecha que muestra muy buenas perspectivas, mientras las actividades industriales se retraen y los sectores urbanos pagan los costos del ajuste. En esta maraña, la reforma laboral podría fracasar más allá de sus deméritos. Las contrataciones son consecuencia de la demanda que alimenta la actividad empresarial. Sin eso, facilitar el despido no promueve la contratación en blanco sino la terminación de contratos. Pero si este fuera el escenario, traería novedades incluso más profundas, un cambio de economía política de consecuencias difícilmente predecibles.
Entre las muestras, Neuquén se convirtió recientemente en la provincia de más altos salarios del país, de la mano de Vaca Muerta. Mientras, del otro lado, los datos financieros de las empresas relevadas por la UIA, con más del 47% con problemas de cumplimiento y un incremento de entre 30 y 40 por ciento en el número de cheques sin fondos, son una evidencia de los problemas del sector. Las pequeñas empresas industriales tienen una presencia excluyente en los conurbanos de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, donde vive casi la mitad de los argentinos. Conurbanos en crisis y centros dinámicos en el interior profundo. ¿Qué significa esta economía de dos velocidades para los patrones de voto de los argentinos? ¿Va a cambiar la preeminencia del AMBA en la política nacional? ¿O nuevamente el cordón industrial de la provincia de Buenos Aires dictará la suerte de una gestión nacional?
No es el único problema para la oposición. A partir del 10 de diciembre, la banca reservada a la primera minoría en el Consejo de la Magistratura quedará vacante por la salida de Roxana Reyes y su suplente, y la Cámara deberá aplicar — como ya lo hizo en el precedente Pablo Tonelli — la regla elemental que fija la Ley 24.937: la representación se redefine según la nueva correlación de fuerzas, no según equilibrios pretéritos. Ese criterio, validado por la Corte al reconocer que se trata de una atribución no justiciable del Congreso, adquiere ahora una nitidez singular. La Libertad Avanza, con 95 diputados, pasa a ser la primera minoría efectiva frente a una UCR reducida a 6 bancas, lo que vuelve insostenible cualquier pretensión radical sobre ese asiento. El fallo Luis Juez terminó de clausurar las maniobras que buscaban manipular la integración del Consejo mediante divisiones artificiales de bloques: la representación debe ser genuina y proporcional al peso real de cada fuerza. Mantener a los radicales en una banca que corresponde a un bloque veinte veces más numeroso sería, precisamente, el tipo de distorsión que la Corte impugnó. Así, por vacancia, por ley, por aritmética parlamentaria y por doctrina consolidada, la silla de la primera minoría aparece hoy destinada — casi diría inevitablemente — a La Libertad Avanza.
Tras lo que fue un complejo minué entre la interna y los acuerdos necesarios con la oposición en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires para obtener los dos tercios de los votos requeridos para autorizar al gobernador la emisión de deuda por más de mil novecientos millones de dólares, el gobierno nacional sólo autorizaría alrededor de mil seiscientos, correspondientes a la refinanciación de la deuda existente. Pretende que la diferencia sea cubierta con ajuste en las cuentas bonaerenses, en el complejo contexto productivo del gran Buenos Aires. Las dificultades de la gestión no se compensan con dinamismo en el campo de las ideas. La desconexión entre los conceptos preferidos de la oposición y los votantes fue resumida por Rodrigo Zarazaga del CIAS, quien rememoró que, cuando consultaba por el “Estado presente” en los barrios populares de Buenos Aires, la respuesta habitual que recibía es que se trataba de algo del WhatsApp.
En La era de los depredadores, el último libro de Giuliano da Empoli, se recuerda que el carnicero Dick –en el Enrique IV de William Shakespeare– dice que “lo primero que hay que hacer es matar a todos los abogados” cuando deliberaban una revuelta contra el rey. Dick tenía una animosidad especial contra los letrados y, aparentemente (no leí la obra), por sus procedimientos. “Los borgianos se concentran en el fondo, no en la forma. Prometen resolver los verdaderos problemas del pueblo: la inseguridad, la inmigración, el costo de vida. ¿Y cómo les replican sus adversarios, los liberales, los progresistas, los buenos demócratas? Reglas, democracia en peligro, protección de las minorías”, dice Da Empoli que todavía no había conocido la propuesta del frente antifascista cuando publicó el texto.
Por más remanido que suene –y que se replique en estas entregas hace más años de los que me gustaría admitir–, la necesidad de volver a representar para el peronismo es netamente de supervivencia. Y ya no se trata de fetichizar los motivos de la derrota (“Harris es para elles, Trump es para ustedes”, fue uno de los spots de la campaña de 2024) sino que hay una parálisis mucho más profunda en la que realmente parece que ninguno de los principales protagonistas supiera exactamente qué hacer. El atisbo del kicillofismo, que en septiembre se burlaba de Santiago Caputo y su estela presuntamente extinguida respecto a su lectura sobre la sociedad, duró lo mismo que probablemente persista la luna de miel de Milei. Porque todo dura nada.
Justamente por eso no se trata solo de ganar sino de la intervención icónica de Walter Sobchak, interpretado por John Goodman en El Gran Lebowski: “Se puede decir lo que quieras del nacionalsocialismo, pero al menos tiene un ethos”. Milei lo tiene claro, el peronismo no. Escribir esto, por lo repetitivo, me irrita más a mí que a ustedes, créanme. Sin embargo, la anulación durante años de discusiones obvias –que hoy ya no alcanza con habilitarlas para evitar las incomodidades internas– es una práctica que parece haberse tatuado en buena parte de la dirigencia que permite la pregunta sobre si no quieren o no pueden encarar ese proceso de actualización.
Esa gimnasia es necesaria al margen de que un fracaso libertario pueda devolver a la sociedad a los brazos de una oposición que podría evocar a Joseph de Maistre en su diálogo con la marquesa de Costa: “Hay que tener el valor de reconocerlo: durante mucho tiempo no hemos entendido nada de la revolución de la que somos testigos; hemos creído que era un mero acontecimiento. Estábamos en un error: es una época”.
¿Será? Honestamente, no parece.
Iván Schargrodsky | Cenital

