¿Y AHORA?

El demoledor dato de inflación de abril de 8,4% generó un interrogante acuciante: ¿Y, ahora, qué hacemos? ¿Cómo bajamos la velocidad de la suba de precios? ¿Qué herramientas de política económica tiene el Gobierno para evitar que el 108,8% interanual trepe aún más? ¿Qué poder político le queda para controlar la situación? ¿Hay una gota de credibilidad en el desierto?

El Tasazo que decidió hace apenas dos semanas el Banco Central, elevando los tipos de interés en 1000 puntos básicos y llevando al 91% la tasa nominal anual (TNA), con un rendimiento efectivo mensual de 7,5%, ya perdió su efecto. ¿Volverán ahora a subir las tasas? Si lo hicieran, ¿cambian en algo las expectativas? Y, más importante aún, ¿aguanta la actividad económica una política monetaria tan restrictiva?

Por otro lado, ¿cómo se sostiene el poder adquisitivo y la paz social con una inflación tan elevada?

Esos dilemas acuciantes se agravan con cada nueva declaración de Alberto Fernández. El Presidente no sólo recurre a Carlos Maslatón como cita de autoridad, sino que también desnuda a todo el Gobierno. “Ayer a la noche (por el jueves) hablaba con Sergio y le decía ‘tenemos que ponernos algún objetivo definitivo para parar esto'”. ¿No será un poco tarde?

En su locuacidad, Fernández admite la falta de políticas públicas para estabilizar la macroeconomía y detener la aceleración inflacionaria. La guerra la perdió antes de declararla.

El Gobierno no tiene el suficiente poder político, la credibilidad ni el tiempo para impulsar un plan de estabilización. Lo que sí puede hacer es defender las reservas y evitar que se dispare el dólar y le agregue más combustible a una inercia inflacionaria extremadamente alta.

En un escenario donde todo está atado con alambre, lo que se hace, lo que se dice y lo que se calla influye mucho en la economía y en la vida de la gente. Ojalá el Presidente tomara nota.

El Cronista

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