Sábado, 24 de junio, día del cierre de listas. El día más estresante y divertido de la política, salvo por la jornada de las elecciones propiamente dichas. Sin embargo, es imposible recordar un cierre de listas tan estresante (acaso también divertido, por lo menos si uno es un espectador), como el que culminó a las 00:00 horas de anoche. ¿Fue divertido? Para los que miramos de afuera sin duda, para los protagonistas no se sabe.
¿Acaso ocurrió alguna vez en la historia que la coalición de gobierno cambiara la fórmula presidencial en competencia 24 horas antes del cierre de listas? ¿En donde quienes entraron papas a la recta final salieron cardenales? Yo, al menos, no lo recuerdo. (Y conste que este newsletter se entregó a las 20:00 del sábado, o sea que al menos en teoría podría haber más cambios de último momento).
Recapitulemos, y tratemos de pensar también en los y las hipotéticos lectores que hayan pasado la última semana dentro de un tanque de deprivación sensorial y no se hayan enterado de las idas y vueltas de este particular cierre. Hasta el viernes, parecía que la coalición partidaria gobernante, rebautizada Unión por la Patria (ex Frente de Todos), se encomendaba a tener una elección primaria en donde se enfrentarían dos fórmulas presidenciales: Daniel Scioli (que no llegó a anunciar su precandidato a vicepresidente), y Eduardo “Wado” de Pedro con Juan Manzur, por el otro. Scioli iba a llevar como precandidata a la gobernación de PBA a Victoria Tolosa Paz, y de Pedro y Manzur apoyarían al actual gobernador, Axel Kicillof. La mayoría de las lecturas de análisis compartían en considerar a Scioli como el precandidato del albertismo (entre comillas porque nunca fueron muy claros los límites de tal agrupamiento, y porque Scioli negó tal condición), más algunos gobernadores, más una parte del sindicalismo (Hugo Moyano fue anunciado como precandidato a encabezar la lista del diputados del sciolismo).
Asimismo, es innegable que Wado de Pedro llegó a lanzar su precandidatura enancado en su innegable pertenencia al riñón del kirchnerismo, con lazos estrechos con Cristina Fernández y Máximo Kirchner. Pocos esperaban el anuncio de que su precandidato a vicepresidente fuera Juan Manzur, reciente ex jefe de Gabinete de Ministros del gobierno de Alberto Fernández y gobernador de Tucumán hasta hace muy poco. (Según cuentan los rumores, Juan Manzur fue el principal promotor de la precandidatura de Juan Manzur). La fórmula Wado-Manzur no estaba en los planes de nadie (un dato de color: en un PRODE de listas con amigos, yo aposté por Manzur como vicepresidente de … Scioli, y conste que no fui la única). En teoría, no era una mala combinación: un kirchnerista puro con llegada a la base, un peronista del interior recientemente convalidado en las elecciones tucumanas. Pero no tenía la fortaleza que una candidatura de CFK, o de Axel Kicillof, tenía.
Sin embargo, por supuesto, en estos días aparecía una única pregunta: “¿Adonde va a ir a parar Sergio Massa?”. El ministro de Economía no parecía para nada inclinado a retirarse de la discusión política y, luego de asumir en un momento crítico, y haber logrado simplemente llegar hasta el cierre de listas sin volar por los aires de la economía, tenía capital propio para exigir sentarse a la mesa de los grandes. Varias versiones lo daban eligiendo el cargo de senador por la PBA, es decir, un lugar casi asegurado, desde donde poder construir de cara, no al 2023, sino al 2027.
Por supuesto, todo esto fue derrumbado por un sólo tuit del día de ayer, en el cual Unión por la Patria anunciaba que habría fórmula de unidad, con Sergio Massa precandidato a presidente y Agustín Rossi a vicepresidente. Según parece, fueron algunos gobernadores los que actuaron de ariete contra las PASO, al solicitar fórmula de unidad. A este anuncio le siguieron horas de frenéticas discusiones por whatsapp, festejos de algunos y puteadas de otros, preguntas, y memes de twitter. La cosa sana.
Para no extender este newsletter, voy a enunciar dos preguntas y tres conclusiones.
La primera conclusión es que Sergio Massa apostó a intentar ganar en octubre. Como dije antes, su rumoreada opción por el senado bonaerense actuaba, de su parte, como la casi aceptación pública de que prefería pájaro en mano que cien volando: la seguridad de una banca frente a la incertidumbre de una elección presidencial. Si Massa decidió competir, es porque piensa que puede ganar. No es, a esta altura, para un gobierno y una sociedad política en donde a veces la sensación mayor parecía ser de desánimo, un dato menor. (El piensa que puede ganar, ¿comparte el kirchnerismo su convicción? ¿Deseará que así sea?)
La segunda conclusión es que en política ganan los que piden la pelota. Sergio Massa es un ejemplo, pero Wado de Pedro es otro. Es cierto que el ministro no ha sido tratado con mucha prolijidad por la realidad (y, agrego, por sus mismos socios) en estos dos días. Pero, hoy es, casi con seguridad, senador por la provincia de Buenos Aires y sin ninguna duda será uno de los dirigentes futuros del sector que hoy se denomina kirchnerismo puro. Todo eso gracias a su desfachatez y sus ganas de ser. Apuesten, niños, que si ganan ganan, y si no, obtienen premio consuelo.
Dejo la tercera conclusión para el final, y paso a la segunda pregunta.
La primera pregunta es cómo procesará el sector más propio, el núcleo duro de votantes kirchneristas, la frustración de estas horas. No abunda en este sector (votantes más que dirigentes) a priori, la sensación de afinidad ideológica para con Sergio Tomás Massa, y fue un hueso duro de roer la renuncia de Wado de Pedro. Después de la derrota de Daniel Scioli en 2015 y del distanciamiento con la figura de Alberto Fernández luego de la derrota de 2021, el deseo de un candidato o candidata propio era muy fuerte. No es imposible reconducir esta relación. Por un lado, es importante que Juan Grabois compita en la PASO de UP, y permita expresar un voto de protesta “por adentro” de la coalición. Por el otro, se necesitaría la voz de alguna de las tres figuras más importantes del kirchnerismo, Cristina, Máximo, y Axel Kicillof, que plantee una perspectiva de acción y un gesto de cariño (real o para las cámaras) para con el nuevo candidato único. A pesar de lo que enfatizan analistas, no hay aquí temas ideológicos insalvables. Resulta difícil pensar que Manzur era más cercano a una posición puramente kirchnerista que Agustín Rossi, o el mismo Massa. Pero algunas cosas, como dijo Thomas Hobbes, sólo pueden salir de la boca del líder, y luego de tantos meses de silencio de Cristina Fernández, sus votantes la esperan.
La segunda pregunta es cómo será la relación entre Massa, Máximo y Kicillof. Gane o pierda, Massa llega a la campaña como una figura distinta a lo que fue Alberto en 2019: llega con la venia de Cristina pero no por selección personal de Cristina. Esta será “su” campaña, él es el candidato. Al mismo tiempo, Massa debe saber que ningún candidato peronista puede ganar en conflicto con el kirchnerismo. Esto es una imposibilidad, como descubrieron todos los que lo intentaron. ¿Será posible una nueva convivencia? Aquí reside, en mi opinión, una clave para lo que viene.
Esto me lleva a la conclusión, que enunciaré a pesar de saber que probablemente enojará a más de uno. Este cierre de listas no fue caótico y apresurado por error o una falta de voluntad. Lo fue porque significa el inicio de un proceso de final aún incierto, que es la construcción de una nueva encarnación de ese Proteo multiforme que es el peronismo.
Este cierre se dio como un proceso en el cual todos los actores involucrados ganaron algo y perdieron algo, y encontraron, de alguna manera, sus límites, pero también sus capacidades. El núcleo duro kirchnerista se encontró con que la única candidata con capacidad de imponerse sin competencia ni discusión es Cristina Fernández de Kirchner. Frente a su renuncia a hacerlo, ese sector no tiene otra figura con peso específico comparable. Los gobernadores, sin poder imponer un candidato, mostraron más capacidad de presión y veto de la que se suponía. Incluso las figuras del menguante circulo cercano al Presidente mostraron que podían presionar sólo con la decisión de mantener una precandidatura hasta el final; sin embargo, que un presidente en ejercicio deba anunciar que no compite ni siquiera en las PASO no deja de ser una derrota indudable. Y Sergio Massa no llegó como el único candidato indiscutido, como pensó hacerlo hace un año, pero bueno, es el candidato, finalmente.
Es difícil contestar quién ganó y quién perdió, porque todos ganaron algo y todos perdieron algo. Eso, tal vez, no es tan malo.
Este es el inicio de un proceso de re-encarnación, no su final. No sabemos cuál será la fisionomía del peronismo luego de octubre, pero no será igual a la actual, ni a la de 2015–2019, ni tampoco a la de 2003–2015. No hablemos de probabilidades, sólo de escenarios. Algunos análisis sostienen que, si perdiera, eso convendría al kirchnerismo, que podría “refugiarse” en la gobernación de la PBA y en el Senado. Pero ese camino es muy incierto. Las derrotas tienen costos de los que nadie puede excusarse, ganar la PBA perdiendo la Nación es casi imposible (como lo sufrieron Aníbal Fernández en 2015 y María Eugenia Vidal en 2019), y un kirchnerismo en donde las principales figuras fuesen Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Axel Kicillof sería algo distinto al de los doce años en donde sólo contaban Néstor y Cristina. Por otra parte, si Sergio Massa ganara la elección, no cabe duda de que la nueva encarnación del peronismo llevará su sello.
¿Qué va a pasar de aquí a agosto? Lector, lectora: no sabíamos qué iba a pasar ayer por la tarde, ¿Cómo podríamos saber qué va a pasar en dos meses?
María Esperanza Casullo | Cenital