LOS LÍMITES DE MILEI CON INFLACIÓN EN BAJA, TRABAJADORES POBRES Y LAS ARMAS DE LA DIPLOMACIA

La última semana arrojó muestras de pragmatismo en el presidente Javier Milei. De esas que no abundan y resaltan cuando se producen, como en ocasión de dar de baja el vapuleado primer intento de Ley Bases. Un proyecto por el que que ahora, en su nueva versión, prefiere evitar los apuros y extender el debate previo al arribo a comisiones, con la intención de que no sufra la misma suerte que su antecesor. 

Una de esas acciones pragmáticas forzadas por los hechos fue, seguramente, la apelación al avión presidencial para su traslado, ante los problemas de seguridad que generaba su abierta posición en favor de Israel y contra el gobierno iraní, mientras recrudecía el conflicto en Medio Oriente con una lluvia de drones y misiles de ambos lados. Parte de una escalada bélica y de conflictos por todo el planeta, que incluye situaciones tensas en la región, como repasan Antonella Baldi y Matías Castro en un completo informe en el cierre este newsletter, revisando los refuerzos en materia de defensa y armamento, tales como la compra de los caza F16 y el pedido para entrar a la OTAN de parte de la Argentina.

Otra muestra de pragmatismo suponía ser el anuncio de mejora en los presupuestos universitarios en medio de la pulseada con rectores, gremios y diferentes organizaciones, aunque no logró frenar la marcha en favor de la universidad pública prevista para este martes, lo que tensó la cuerda con promesas de auditorías y protocolo antipiquetes.

Pero la que causó mayor ruido fue la de dar marcha atrás con la liberación de precios para varias empresas de medicina prepaga, aduciendo, como le dijo a los empresarios reunidos en el Foro Llao Llao, que cuando se pasa de una economía “híper socialista” a otra de mercado, puede haber “problemas adicionales propios de esa transición”.

Atentos a lo que marcan las encuestas y el humor social en medio del ajuste, Milei y el ministro Luis Caputo se dieron cuenta a tiempo de que el nivel de aumento de esas cuotas estaba poniendo en juego su mayor capital político: el respaldo de la castigada clase media, en particular de los trabajadores mayores, que por razones obvias requieren más de ese servicio.

Se puede amortiguar, de alguna manera, la suba de tarifas al consumir menos energía eléctrica aprovechando mejor la actividad diurna y apagando luces por la casa. Reducir el uso del gas, con alguna comida fría cuando se puede o algún abrigo extra si baja la temperatura. Guardar la SUBE y sacar a la calle la bicicleta o caminar un poco más. Pero cuando hay un problema de salud y un sistema de atención pública colapsado,  no existe solución doméstica posible. Ni para una cirugía, una radiografía, un problema cardíaco, un pico de presión o siquiera un tratamiento de conducto.  Ni hablar del dengue o el Covid.

Como nos muestran las cifras que hoy repasa Mariana Shaalo y hasta el alerta dado el viernes por la Iglesia en un fuerte documento, la falta de ingresos para costear estudios y una atención médica adecuada alimenta el drama de un país con trabajadores pobres y más del 50% de los niños en esa condición. A diferencia de lo que ocurre con los senadores que, aún antes de incrementarse fuertemente sus ingresos, podían pagarse los planes más caros, desde los que alzaron bien alto la mano para votar la suba de la dieta y otros ítems a 7 millones de pesos, hasta los que apenas la asomaron con disimulo y se comparan con los salarios de los funcionarios del Gobierno y también aquellos que ni siquiera la levantaron. 

El efecto negativo en la sociedad de esa suba en las prepagas marcó un límite que Milei no quiere superar. Como tampoco está dispuesto a que se apliquen medidas que puedan frenar la tendencia descendente que muestra la inflación, tales como subir el dólar para ganar competitividad. Como se los dejó muy claro a los empresarios en Bariloche, eso no ocurrirá. La competitividad tiene que ser por productividad, baja de impuestos y desregulaciones, les espetó, mientras los arengó a que muestren coraje para invertir, con palabras menos suaves, claro.

En su visión, es clave mostrarle a los argentinos que el combo licuadora-motosierra, que hoy hasta se utiliza para promoción publicitaria, vale la pena para bajar la inflación, el tema que más preocupa a la sociedad. Y que lo hace a un ritmo que hasta sorprende al FMI, aunque no al punto de soltar 15.000 millones de dólares para salir del cepo, como esperaba Caputo en su visita al organismo en Washington, de la que se trajo al menos el visto bueno al cumplimiento de metas en el acuerdo. Quizá haya un aporte extra por una tercera parte de los fondos que se requieren pero mientras el resto no se obtenga, el levantamiento del cepo deberá esperar. 

Mientras la inflación baje -se especula con una caída hasta el 8% este mes- y los dólares de la cosecha gruesa comiencen a llegar para abastecer al Banco Central y sostener el superávit comercial, el Gobierno no tendrá urgencias, elegirá el pragmatismo, sostendrá el ajuste que le garantice el superávit fiscal, buscará avanzar en el Congreso y seguirá marcando límites a empresarios en la liberación de precios.

El Cronista

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