¿VA A BAJAR LA INFLACIÓN?

Arrancamos un nuevo año de #Rollover (el cuarto), pero los problemas de la economía argentina son los mismos y, en particular, la madre de todas las batallas sigue siendo la inflación. Luego del salto que pegó en diciembre, cuando prácticamente se duplicó respecto del mes anterior (pasó del 12,8% al 25,5%), la gran pregunta es cuándo va a bajar, si es que en algún momento lo hace.

Según el top-10 de las consultoras del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que realiza el Banco Central todos los meses, la inflación efectivamente va a bajar, pero recién a partir de febrero, tal como se desprende del gráfico a continuación.

Esto se explica fundamentalmente por el hecho de que el drástico aumento del tipo de cambio de casi 120% que aplicó Javier Milei ni bien asumió no se trasladó en su totalidad a los precios, proceso que suele tardar unos meses en completarse. En efecto, la semana pasada se conocieron los datos del índice de precios mayoristas de diciembre (que en su mayoría reflejan los costos de las empresas), los cuales mostraron una suba del 54% -mucho mayor a la de los precios minoristas-. Eso sugiere que parte de los aumentos de costos todavía no fueron trasladados. A esto, además, hay que agregar el ajuste de las tarifas y el incremento en los combustibles.Al margen de lo anterior, la clave está en lo que suceda de acá en adelante. Porque el objetivo -y la necesidad- del gobierno es mostrar que en los próximos meses la inflación se va a encarrilar en un sendero decreciente. Y ahí es donde creo que tanto el gobierno como las proyecciones de las consultoras están subestimando un componente fundamental de la inflación que va a hacer que sea muy difícil que baje (por lo menos a la velocidad que muestra el gráfico anterior): la inercia.Para entender bien este concepto, quizás lo mejor sea apelar a su ciencia de origen, la física. Ésta la define como la resistencia que pone un objeto a que se modifique su estado de movimiento, incluyendo cambios en la velocidad o en la dirección del movimiento. Dicho de otra manera, la inercia no es una fuerza, sino lo que queda una vez que se eliminan todas las fuerzas que operan sobre el objeto.Llevado a la economía, esto significa que, aun si lográramos eliminar de un plumazo todas las causas actuales que explican la inflación, seguiríamos observando aumentos de precios por varios meses más. Esto está muy vinculado con el hecho de que la mayoría de los precios se ajustan en función de la inflación pasada, dado que buscan recuperar el poder de compra perdido (piense, por ejemplo, en los alquileres, los salarios, las tasas, los impuestos, entre otros).De todos esos precios, uno de los más relevantes para la dinámica inflacionaria son los salarios, dado que representan una parte significativa de los costos de las empresas. Como referencia, la participación de los asalariados en el Valor Agregado Bruto -excluyendo al Sector Público- se ubica en torno al 35%.Pongamos un ejemplo para que se entienda. Imaginen una economía que convive con una inflación elevada desde hace varios años del 6% mensual (lo que en términos anuales lleva a una inflación del 100%). También supongamos que la paritaria se lleva a cabo a principios de cada año, en enero, y que el objetivo es recuperar el poder de compra perdido durante el año anterior.Ahora veamos qué sucedería si a fines de noviembre el Banco Central anunciara un congelamiento del tipo de cambio con el objetivo de que la inflación para el año siguiente se redujera al 20% anual (lo que requeriría que el aumento de precios fuera del 1,5% en promedio por los siguientes doce meses).Como el tipo de cambio es la variable por excelencia que afecta los precios, la medida tiene un rápido impacto en la inflación, logrando que ya para diciembre (es decir, justo un mes antes de que se lleve a cabo la paritaria), la inflación pase del 6% al 1,5% mensual.En función de lo anterior, ¿qué porcentaje de aumento creen que deberían pedir los sindicatos? La respuesta correcta es 93% (la inflación acumulada de los 11 meses cuando el aumento de precios fue del 6% sumado a la del último mes que fue del 1,5%). Ahora bien, fíjense que con un aumento del 93% en los salarios resulta prácticamente imposible que la inflación de los meses siguientes se mantenga en el 1,5% mensual, dado que las empresas trasladarían dicho aumento a los precios.Alguien, quizás, podría argumentar que lo correcto hubiera sido que el aumento salarial fuera del 20%, en línea con la inflación esperada para el año entrante. Primero que nada, esto requeriría que los sindicatos tengan absoluta confianza en que el Banco Central tiene la capacidad de cumplir la meta fijada, de lo contrario, no tendrían ningún incentivo para pedir un aumento tan por debajo de la inflación actual. Pero, además, como vimos recién, eso conlleva una pérdida importante del poder de compra, dado que en la paritaria lo que la clase trabajadora busca es recuperar el poder de compra perdido, el cual justamente depende de la inflación pasada.Como muestra el diagrama a continuación, si los trabajadores pidieran un 20% de aumento — en línea con la inflación esperada- dicha pérdida sería sumamente significativa: 37% en relación con el máximo anterior y 16% respecto del promedio anual. Por tales motivos, en este ejemplo la reducción de la inflación terminaría siendo a costa de la clase trabajadora (mientras que el margen de ganancia de las empresas se mantendría constante).
Lo que este ejemplo muestra es que al existir muchos contratos cuya manera de actualizarse es en función de la inflación pasada, entonces la inercia es muy elevada y eso explica por qué no alcanza con las herramientas tradicionales para bajar de manera sostenida la inflación. Salvo, claro, que la reducción del poder adquisitivo de los trabajadores sea parte de la estrategia para bajar la inflación.¿Qué se podría hacer para bajar la inflación sin que se reduzca el poder de compra de los salarios? Antes de contarte la respuesta, te invito a sumarte al círculo de Mejores amigos de Cenital, para que juntos le ganemos a la inflación.Ahora sí, volvamos a lo nuestro. En primer lugar, fíjense que el hecho de que la medida del Banco Central se lleve a cabo justo antes de las paritarias conlleva un problema de timing, porque por más que sea creíble que se va a reducir la inflación en el futuro, no afecta el porcentaje de aumento de los salarios (que, como dijimos, buscan recuperar el poder de compra perdido). Así, una primera cuestión a corregir para que la medida sea efectiva es que se debería anunciar inmediatamente luego de la paritaria, y no antes. Si fuera efectiva para bajar la inflación, ahí sí al año siguiente los trabajadores pedirían un 20% de aumento (logrando bajar la inflación sin que se reduzca su poder de compra).Ahora bien, como sabemos, nuestra economía es sumamente volátil y lograr mantener el tipo de cambio estable durante 1 año luce prácticamente imposible. Habría que buscar la manera de acelerar el proceso de desinflación. Acá aparece una segunda cuestión sumamente relevante: la magnitud de la inercia está vinculada con la extensión de los contratos (cuanto más largo es el período de actualización del contrato, mayor es la inercia y viceversa). Con lo cual, lo que el Banco Central podría hacer es aplicar la medida luego de la paritaria, pero, además, buscar que la misma pase a tener un período de ajuste menor, por ejemplo, que se revise de manera mensual. En ese caso, ya al mes siguiente el aumento de salarios sería del 1,5% (en línea con la menor inflación) y, al cabo de 12 meses, tanto la inflación como el incremento de los salarios terminarían siendo del 20% para todo el año.Al analizar las paritarias que se reabrieron en este último mes tras la devaluación, sumado a la modificación del gobierno de que el haber jubilatorio pase a actualizarse de manera mensual (antes era trimestral), parecería indicar que el gobierno va por este camino. Cabe advertir que esta estrategia es un arma de doble filo porque si en el medio se produce algo que provoque un salto en el nivel de los precios -por ejemplo, una devaluación del tipo de cambio- el acortamiento de las paritarias haría que la inflación se acelere. Sumado a lo anterior, existe un problema operativo. Piensen que el ejemplo supone que hay una sola paritaria que involucra a todos los trabajadores cuando, en realidad, son cientos (que, además, están repartidas en distintos momentos a lo largo del año). Coordinarlas sería sumamente difícil.Otra alternativa sería apelar a lo que se conoce como “políticas de ingreso”. En este caso, lo que el gobierno podría hacer es poner de su bolsillo (con algún tipo de beneficio fiscal o exención impositiva) la parte de los ingresos que los trabajadores resignarían por acordar una paritaria del 20%. De ese modo, también se lograrían ambos objetivos.El problema con esta estrategia es que sería muy costosa en términos fiscales, por lo cual el gobierno debería contar con un amplio margen para poder aplicar una política de este estilo.En suma, la inflación tiene un componente inercial que hace que sea difícil de bajar rápidamente. Llevado a la actualidad, sería un error pensar que alcanza con congelar el tipo de cambio unos meses y llevar a cabo un fuerte ajuste fiscal y monetario para que la inflación desacelere de manera significativa, como hasta ahora hizo el gobierno. El mayor riesgo, en ese caso, sería que el tipo de cambio -medido en términos reales- se aprecie fuertemente, lo que dejaría a la economía en las puertas de una nueva devaluación, decretando el fracaso de las medidas implementadas.

Juan Manuel Telechea | Cenital

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